15 de marzo de 2021

¿Pus en la Conciencia?

La estabilidad de la tasa de cambio es una señal de que las reservas podrían usarse para cubrir el costo de la protección social requerida.

 Por Juan Llado

Provoca consternación el anuncio del gobierno de que rebajará gradualmente los subsidios sociales a partir del mes de mayo. Afectados estarán los programas FASE y FASE II, Quédate en casa y Pa’ti. En los dos primeros, tal medida podría justificarse de cara a la mejor posición relativa de sus beneficiarios y a la incipiente recuperación de la economía. Pero el gobierno debe fijarse en la hostilidad que representa para los de los otros dos programas, el aumento pandémico de la pobreza y una inflación internacional en alza. Si la solidaridad tiene corazón, la medida anunciada estrujaría sus latidos con golpes lacerantes.

Para enjuiciar lo que se propone el gobierno, conviene examinar primero la situación de la pobreza a nivel regional y local. Según la CEPAL en su informe Panorama Social de America Latina 2020, “la pobreza y la pobreza extrema alcanzaron en 2020 en América Latina niveles que no se han observado en los últimos 12 y 20 años, respectivamente, así como un empeoramiento de los índices de desigualdad en la región y en las tasas de ocupación y participación laboral, sobre todo en las mujeres, debido a la pandemia del COVID-19 y pese a las medidas de protección social de emergencia que los países han adoptado para frenarla.”

De lo anterior se infiere que la medida anunciada por nuestro gobierno aumentará localmente la pobreza. En un informe sobre el impacto de la pandemia de reciente factura, “el Ministerio de Economía ha reportado que “unas 653 mil 534 personas que pertenecían a la clase media pasaron a ser pobres y unos 255 mil 85 a pobreza extrema tras el impacto de la enfermedad. Asimismo, antes de la pandemia la población de la clase media representaba el 35 por ciento y en estos momentos anda por el 29. En cuanto a la pobreza extrema, aumentó a 2,42 por ciento de la población.” La anunciada medida agravará esta situación sin importar la metodología con que se mida la pobreza.

Si medida vía los ingresos, la llamada “pobreza monetaria” aumentaría porque el desmonte infligirá una ruinosa herida en los precarios presupuestos de la población más vulnerable, la cual el Banco Mundial estima en un 41%. Si medida por los ingresos y los servicios públicos que reciben los pobres, la llamada “pobreza multidimensional”, los niveles de pobreza aumentarán también porque por efecto de la pandemia, el gasto en esos servicios no podrá aumentar significativamente en el mediano plazo. De acuerdo con Oxfam Internacional, la inversión en el gasto social en nuestro país “se encuentra entre las más bajas de América Latina y es el tercer país de la región que menos ha aprovechado el crecimiento económico para mejorar la salud y la educación, manteniendo a un 50% de la población bajo el umbral de la pobreza.”

La respuesta de nuestros gobiernos, por supuesto, ha sido la de proteger a los sectores más vulnerables mediante subsidios. El programa Quédate en casa comenzó en abril del pasado año, doblando la asistencia ($800 mensuales) que recibían los beneficiarios del Programa Solidaridad (Prosoli) y con vigencia hasta agosto del 2020. El nuevo gobierno subió la asignación mensual a $5,000 y lo extendió hasta diciembre. A principios de 2021 se anunció una nueva extensión hasta abril para “seguir garantizando la seguridad alimentaria de los ciudadanos y apoyar a los sectores productivos a la pronta recuperación.” Con el programa Pa’ti se cubrieron otros grupos de desheredados de la fortuna que no incluía el SIUBEN.

El gobierno planea ahora rebajar esos emolumentos sin sacar beneficiarios. “Se hará el desmonte de manera gradual e inteligente priorizando los hogares más vulnerables, con personas con discapacidad, niños y niñas menores de 5 años, adultos mayores, hogares con fallecidos por COVID-19 o aquellas familias cuyos miembros padecen alguna enfermedad de alto costo”. El nuevo programa Supérate, incluirá transferencias monetarias y acompañamiento en materia de educación y empleo para que los beneficiarios puedan por ellos mismos satisfacer sus necesidades. Se promete también añadir unas 200,000 nuevas familias beneficiarias. 

Sin duda, Supérate es un sueño bonito. Pero de aquí a que pueda materializarse, si es que la economía se recupera y genera empleos suficientes, hay un trecho muy grande. Las perspectivas son de que tomará por lo menos un año desde ahora para que esa recuperación sea plena. Mientras, los beneficiarios de los subsidios sociales verán sus ingresos disminuir drásticamente, no solo porque le reducen las asignaciones que alcanzaron por la pandemia, sino porque la inflación acumulada en los últimos meses y la que se ve venir provocarán un descalabro mayor.

Algunos economistas dan cuenta de esta macabra situación. Señalan que

producto de un alza progresiva de los precios del petróleo, “el precio de la soya ha acumulado un aumento de un 39 %, el maíz de un 25 %, el trigo un 21 % y las grasas comestibles, es decir, los aceites, de alrededor de un 34 %.” Esto ha repercutido localmente haciendo que “la tasa de inflación acumulada de los últimos 12 meses esté en su mayor nivel desde enero de 2012, llegando al nivel más alto de los últimos nueve años.” Y no es creíble el pronóstico del Banco Central de que los precios bajarán en el corto plazo, porque la recuperación económica mundial aumentará los precios del petróleo.

Frente a este sombrío panorama, no luce que el gobierno esté jerarquizando sus prioridades adecuadamente. Tal y como lo hizo el anterior gobierno, la prioridad en la asistencia estatal se está brindando primero a las empresas en vez de a los sectores más desprotegidos de nuestra nación. Por su lado, el actual gobierno anunció en enero pasado el Plan de Reactivación,  el cual “consta de tres programas para impulsar las Mipymes con apoyo al capital de trabajo, así como la asociatividad a través de las cooperativas.” Por el otro lado, a principios de este mes el Banco Central anuncio un fondo de RD$25,000 millones adicionales para “prestamos nuevos y refinanciamientos” en los sectores productivos. Estos últimos recursos, por supuesto, provendrán de los inorgánicos del BC.

Esa priorización es un error grave, porque la mejor manera de estimular la economía no es necesariamente a través de las empresas. De hecho y al igual que en los Estados Unidos, nuestra banca comercial ahora mismo está ahogada en recursos –producto de los RD$125,000 millones que se pusieron a su disposición el pasado año—porque no hay suficiente demanda de crédito. La primera prioridad entonces debe ser estimular el consumo a través de los subsidios sociales, no solo porque de esa manera se reactiva la economía –y más particularmente al sector agropecuario—sino porque aumentando el consumo aumenta la demanda de crédito de todo el sector productivo.

La inversión de prioridades que refleja este proceder de la política pública, sugiere que puede haber un absceso repugnante en el pensamiento de los tomadores de decisiones. ¿Sera que hay pus en su conciencia? Lo señalado aquí no es solo lo que tiene mayor sentido económico, sino lo que es moralmente correcto. Nunca tuvo mayor vigencia aquella consigna de que “Comer es primero”. Ojalá y la pandemia no se robe todos los glóbulos blancos del sistema inmunológico nacional para que ese error de conciencia pueda enmendarse.

En total, la inversión del Estado en la protección social que requirió la pandemia durante el 2020, ascendió a RD$ 138,193 millones. “Para cubrir los pagos de FASE el gobierno encauzó recursos por 47,930.1 millones de pesos, mientras para la atención del programa Quédate en Casa, fueron 70,096.3 millones de pesos. Para el subsidio Pa’ Ti se dirigió un monto de 7,420.7 millones de pesos, de acuerdo con los datos que maneja la Dirección General de Presupuesto.” Si para los dos últimos programas se gastó RD$55,000 millones en nueve meses, eso significaría que para extenderlos por tres meses más el gasto estimado sería de menos de US$300 millones, lo cual no desequilibraría las finanzas públicas tanto como lo haría la insólita “verja” propuesta para la frontera.

Ya que el proceso de vacunación procede a buen ritmo y que podríamos alcanzar la inmunidad de rebano este próximo verano es dable aspirar a que, de no apelarse a los inorgánicos para financiar los subsidios de los dos programas claves por tres meses adicionales, se use una parte de las reservas internacionales del BC, las cuales están a un nivel récord precisamente porque los prestamos pandémicos tomados en el exterior han permitido aumentarlas. La estabilidad de la tasa de cambio es una señal de que las reservas podrían usarse para cubrir el costo de la protección social requerida para los próximos tres meses.

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