La pandemia ha creado la urgente necesidad de que la filantropía local responda con contundencia. Lidereados por los aportes del Banco BHD Leon, algunos de los más grandes grupos económicos han contribuido con US$8 millones de avance para la compra de vacunas.
Por Juan Llado
La desigualdad social es uno de los más graves problemas de la humanidad. Aunque la igualdad entre los seres humanos ha sido siempre un preciado ideal, ningún sistema político ha conseguido tal cosa. En nuestra economía de mercado, inclusive, es justo que haya algún grado de desigualdad para motivar el emprendimiento y el dinamismo económico. Pero el grado de desigualdad que hoy aquí registramos nos impide lograr la justicia social. ¿Podrían nuestros ricos corregir esa lacerante deuda?
Statista ha compilado un mapa de la distribución de la desigualdad en el mundopara el 2020 (ver gráfica). “Especialmente en el Sur de África y América Latina abundan los países con una desigualdad extrema, con Sudáfrica como Estado con la riqueza peor distribuida (con coeficiente Gini de 63 sobre 100 puntos), según el Banco Mundial.” Mientras, una página web de Oxfam International fechada en el 2021, reporta que “la Republica Dominicana es un país con grandes desigualdades. Pese a que ha registrado desde cuarenta años un crecimiento sostenido ampliamente superior al promedio regional, este elevado crecimiento económico apenas ha logrado mejorar la situación de la población más desfavorecida. La escasa inversión en gasto social se encuentra entre las más bajas de América Latina y es el tercer país de la región que menos ha aprovechado el crecimiento económico para mejorar la salud y la educación, manteniendo a un 50% de la población bajo el umbral de la pobreza.”
Por supuesto, la desigualdad social refleja la
distribución de los ingresos y la
riqueza. Esta, a su vez, debe ser la
recompensa a la iniciativa individual, el esfuerzo de los individuos y su
creatividad para innovar. Pero la mosca en la sopa la proveen las relaciones de
poder: aquellos que más ingresos y riqueza acumulan tienden a subyugar a los
demás. Esas relaciones crean distorsiones que impiden que en las economías de
mercado se logre una competencia perfecta entre sus agentes económicos. Aun con
la provisión de educación de calidad para las masas no se consigue una
transmisión intergeneracional del estatus socioeconómico que genere una
suficiente movilidad social. Parecería entonces un imposible que los ricos
asuman como misión ayudar a reducir o erradicar la desigualdad social.
En su famosa obra “El Capital en el Siglo XXI” del
2013, el economista francés Thomas Piketty demuestra que, en tanto factor de
producción, la importancia del capital aumenta con el tiempo. Su tasa de
rentabilidad excede la tasa de crecimiento económico y la consecuencia
necesaria es la concentración de la riqueza en pocas manos y una creciente
desigualdad. Esto solo puede evitarse con un fuerte intervencionismo fiscal sobre la
propiedad: “si solo los ricos pagasen más impuestos, si solo
evitáramos esa concentración insultante de renta y riqueza en unas pocas manos,
volveríamos a la Arcadia Feliz.” De ahí que lograr un sistema impositivo justo
debe ser una máxima prioridad. Y la Cepal ya ha advertido que
la desigualdad genera ineficiencia económica.
LOS 10 INDIVIDUOS MAS RICOS DEL MUNDO AL 27 DE ENERO 2021 SEGÚN BLOOMBERG *
Nombre | Patrimonio Neto (en billones de US$) | Pais |
206 | Estados Unidos | |
189 | Estados Unidos | |
132 | Estados Unidos | |
110 | Francia | |
103 | Estados Unidos | |
91.5 | China | |
86.6 | Estados Unidos | |
85.5 | Estados Unidos | |
84 | Estados Unidos | |
84 | Estados Unidos |
individuos más ricos del mundo al cerrar la Bolsa de New York. https://www.bloomberg.com/billionaires/
El crecimiento de la desigualdad que apunta
Piketty puede inferirse del tamaño de las fortunas que en años recientes han
acumulado muchos empresarios. De acuerdo con la revista Forbes el
mundo tiene 46.8 millones de millonarios con una fortuna combinada de US$158.3
trillones (siendo un trillón mil billones americanos y un billón mil millones).
Billonarios solamente hay unos 2,153. Las gráficas muestran los 10 individuos
más ricos del mundo según Bloomberg, tal
vez el servicio de inteligencia empresarial más reconocido. En el reporte de
Forbes se muestra como el tamaño de esas fortunas crece o se reduce con los
vaivenes de la Bolsa de Valores de New York, ya que se calcula diariamente en
base al precio de las acciones de las empresas que son propiedad de los
individuos.
La enormidad de esas fortunas
es tan fabulosa que protege a sus propietarios contra contratiempos
inesperados. Oxfam reporta, por ejemplo, que las
pérdidas que ha ocasionado la pandemia han
sido recuperadas por los mas ricos en nueve meses, mientras a los pobres le
tomará recuperarse por lo menos una década. “En todo el mundo, la riqueza de los
multimillonarios ha aumentado en 3,9 trillones de dólares entre
mediados de marzo y finales de diciembre, pero el número de personas que viven
en la pobreza a nivel mundial podría haber aumentado hasta en 500 millones el
año pasado. Un estudio separado del Banco Mundial en
octubre encontró que la pandemia podría empujar a 60 millones de personas a la
pobreza extrema.”
En nuestro país la pandemia ha azotado con saña. El Ministerio de Economía ha
reportado que “unas 653 mil 534 personas que pertenecían a la clase media pasaron a ser pobres y unos 255 mil 85 a pobreza extrema tras el impacto de la enfermedad. Asimismo, precisa el informe, antes de la pandemia la población de la clase media representaba el 35 por ciento y en estos momentos anda por el 29. En cuanto a la pobreza extrema, aumentó a 2,42 por ciento de la población, mientras la clase con mayor ingreso se redujo en 0,62 y un alto por ciento tiene ingresos inferiores a 10 dólares, considerados vulnerables o sea que se amplía ese universo.”En consecuencia, es oportuno preguntarse en
qué medida podrían los ricos del país colaborar para contrarrestar no solo el
negativo impacto de la pandemia sino también la desigualdad social. En una
economía de mercado no es solo el sistema impositivo que debe usarse para, mediante
un gasto público bien distribuido, aminorar la desigualdad. Es también la
filantropía tanto de las empresas como de los individuos. En la gerencia
moderna de las empresas mas progresistas ya se observa una tendencia a
incorporar la gestión de la responsabilidad social empresarial, la cual
equivale a una inversión social que repercute en los grados de desigualdad.
Pero esa tendencia no abarca a todo el tinglado empresarial y aquí se limita
mayormente a las grandes empresas.
La filantropía de los
individuos ricos es todavía más limitada. En América Latina “el crecimiento económico ha producido también una acumulación considerable de riqueza en manos privadas.
Entre 2004 y 2014, la cantidad de personas consideradas muy ricas (con un
patrimonio neto de US$30 millones) aumentó de menos de 4.000 a casi 10.000, lo
cual representa un incremento de 161 por ciento frente al promedio global de 61
por ciento durante el mismo período. Sin embargo, a pesar de la estabilidad
política, las mejores condiciones económicas y la generación de riqueza nueva
en la región, los desafíos sociales y económicos persisten y los gobiernos
latinoamericanos, como los de otras regiones del mundo, no logran satisfacer
las necesidades de todos sus ciudadanos. En consecuencia, las personas con un
alto nivel patrimonial se han convertido en actores importantes en la búsqueda
de soluciones a los problemas de desarrollo económico y social.” De hecho, el “nuevo capitalismo” implica
que “las corporaciones deben pensar
no solo en los accionistas, sino en “los empleados, los clientes y las
comunidades donde operan.”
De todos modos, nuestros ricos clasificarían como “wawawas” en comparación con
los “popis” citados como los más ricos del mundo. Las gráficas adjuntas muestran dos diferentes reportes sobre los individuos más ricos del país. Obviamente las fuentes, incluyendo la revista Forbes, no han logrado estimaciones precisas respecto al tamaño de sus fortunas y, en casi todos los casos, es seguro que las habrán subestimado grandemente. Aunque sabemos que casi todos nuestros ricos practican la caridad, tampoco existe un estudio que permita aquilatar la trascendencia de sus contribuciones al bienestar y a la disminución de la desigualdad. La intuición sugiere, sin embargo, que la filantropía de nuestros ricos debería transparentarse mejor y ser más congruente con los enormes desafíos sociales que confrontamos. Nuestros ricos son los popis del patio y deben solidarizarse más con nuestros wawawas.La pandemia ha creado la urgente necesidad de que la filantropía local responda con contundencia. Lidereados por los aportes del Banco BHD León, algunos de los más grandes grupos económicos han contribuido con US$8 millones de avance para la compra de vacunas. Pero hasta hoy no se ha reportado ninguna contribución importante de los individuos más ricos del país, algo que tanto ellos como las empresas podrían deducir del pago de sus impuestos. Hoy día se impone que se casen con la gloria de la solidaridad.
Un ejemplo a imitar es la iniciativa The Giving Pledge promovida
por Bill Gates y Warren Buffet. Esta
procura el compromiso de las personas y
familias más ricas del mundo de dedicar por lo menos la mitad de su riqueza “a
construir una tradición filantrópica que ayudará al mundo a convertirse en un
mejor lugar.” Esta iniciativa no solicita apoyo para ninguna fundación, causa u
organización filantrópica específica, sino que alienta a los compromisarios “a
apoyar temas que los inspiren personalmente y beneficien a la sociedad.” En los
EE. UU. el 80% de las donaciones a organizaciones sin fines de lucro proviene
de individuos (Giving
USA). Aquí es dable suponer que esa proporción es
atribuible al Estado y eso debe cambiar.
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