29 de noviembre de 2020

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARÍO- Una Familia de Bandidos en 1793. Relatos de una Abuela (1 de 2)

Por Carlos Darío Sousa S.*

Hace unos días, buscando material sobre la Revolución norteamericana y la francesa para mi clase de Historia de las Ideas Políticas, encontré esta novela sobre la que había oído hablar, pero nunca había tenido la oportunidad de leerla. La magia de la modernidad, y de dogal, que nos brinda Internet ha hecho posible su lectura. Difícil para alguien acostumbrado a la dulzura, su papel, su olor, sus tipos de letras y cuantas cosas más que tienen los libros impresos, implicaba un esfuerzo o un romper un esquema por la necesidad de leer el material que caía en mi vista.

Por supuesto estaba gratis, lo bajé, en PDF, para que vean, no lo imprimí, y a partir de ahí a compartir su lectura con otros deberes.

El libro fue escrito por el  Padre Juan Charruau de la Compañía de Jesús. La edición que leí es la que se corresponde con la impresa por la Editorial Apostolado de Prensa, S.A.  Madrid 1952.

El libro consta de las siguientes partes: Introducción y dedicatoria, y 24 capítulos cada uno con sus indicaciones, contenidos en cuatro apartados. Antes de la tempestad; Dios y el Rey; Víctimas y verdugos y finalmente Lagrima y Sonrisas. Por supuesto, tiene el “Nihil Obstat” del censor y el “imprimase” del Obispo, sin eso no se puede imprimir pues lo prohíbe la Iglesia y si no tienen la Autorización pueden ser incluidos en el “index librorum prohibitorum” o lista de libros prohibidos, pues son perniciosos para la fe. Esta censura fue promulgada en Concilio de Trento en 1564. Fue suprimida en 1966 por el papa Pablo VI.

La novela nos relata la historia de una familia católica, la Serrant. Su vida plácida y si se quiere bucólica, de una nobleza que vive en su propio paraíso, sus costumbres, sus relaciones personales, sus aficiones, su biblioteca y sus lecturas, su piedad, su servidumbre con sus libreas, algunos con carácter diferente como Urbano,  sus deportes, sus bodas, el medio ambiente rural en que viven, sus caballos y sus perros, la belleza, dicen, del paisaje, sus ríos, sus árboles, oteros, palacios y, por encima de todo, su fe ciega en la religión católica que comparten con todos los que le rodean, amos y campesinos que viven en “grande intimidad”, de todos los que viven en el Castillo – Bois-Joli- y en los pueblos aledaños.

El relato es un recuerdo de una venerable abuela que vivió a los 16 años todos los acontecimientos a desarrollar en primera mano, la guerra de La Vendée y sobre la que escribió para sus nietos “la historia intima de los miembros de su familia”, actores y testigos del terrible drama del que fueron testigos en el 1793, las provincias del oeste de Francia.

La Vendée fue una guerra civil entre partidarios de la Revolución Francesa y los contrarrevolucionarios, y que durara tres años, y estalla cuando se levanta una “leva” –reclutar gentes para el servicio militar- que acaba explotando como un movimiento popular. 

Por supuesto, como toda la historia se presta a externar diferentes puntos de vista, unos historiadores hablan del primer “genocidio de la historia moderna”, el que los jacobinos pusieron en práctica lo que se puede llamar “solución final”.

Julio Verne se declaró en contra del “Comité de salud pública”. En su novela “El conde de Chanteleine”, es el relato del genocidio católico de La Vendée, y que es la llamada “Masacre de las luces”, un pueblo que no quiso plegarse a la dictadura anticlerical.

En estos tiempos, dice la abuela, la impiedad se desborda por el mundo, y en nuestra Francia, ¡ay!, es donde tiene su origen ese cenagoso torrente.

El 1790 la Asamblea Nacional rechazó a la Religión Católica como religión nacional. Ese mismo año decretó la expropiación de los bienes eclesiásticos, lo que se llamaría Desamortizaciones de Bienes de Manos Muertas. En noviembre se le exigió a todos los dignatarios eclesiásticos jurar acatamiento a la nueva ordenación del clero.

En 1793, el Jacobino Maximilien Robespierre, impone una brutal y sangrienta represión para evitar el fracaso de la Revolución.  Proclama la “Religión del Ser Supremo”.  Algunos  rendirán ”Culto de la Razón”, otros “Culto del Ser Supremo”, cada una con sus diosas y sus templos. Se abolió el calendario, los nombres de los santos, e incluso las campanas de las iglesias.

En agosto de 1793, la “Convención de París” expidió un decreto disponiendo que el Ministerio de la Guerra enviase materiales inflamables de todo tipo, con el fin de incendiar bosques, cultivos, pastos y todo aquello que arder pudiera en la comarca de La Vendée. “Tenemos que convertir La Vendée en un cementerio nacional”, exclamó el General Turreau, que comandaba a las “Colonnes infernales”(Columnas infernales).

Ese mismo, año durante la Dictadura del “Comité de Salvación Pública”, con uno de los precursores, Joseph Fouché (si les interesa este personaje les recomiendo leerse el libro de Stefam Zweig. “Fouché. Retrato de un hombre político”. Acantilado), usado para implantar el terror y que se distinguiría por su celo en la campaña de represión en Lyon, por lo que le llamarían “El AMETRALLADOR DE LYON”, ya indicaban por donde se iban a desarrollar los acontecimientos.

Hasta la primavera de 1791, escribe la abuela, habíamos vivido muy tranquilos en Bois-Joli. La tormenta revolucionaria que ya se cernía rugiendo sobre la Francia, había tenido, hasta ahora, escaso eco en la Bocage (paisaje compuesto de pequeñas parcelas, separadas por setos vivos. El bocage es típico de la región atlántica). La persecución religiosa fue la que perturbó nuestra campiña hasta entonces en grande paz, y la que exasperaba poco a poco a aquellas cristianas poblaciones, las obligó, finalmente, a empuñar las armas en defensa de su Fe.

Los últimos días felices que deparó la Providencia se terminaban, el desastre se desataba sobre nuestras cabezas.

“El amor a la Patria no se aprende de memoria, se aprende con el corazón”

El desarrollo de los acontecimientos quedará para la segunda parte.

*El autor es catedrático universitario ,reside en Barahona.-

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