Por Carlos Darío Sousa S.*
Oscar Wilde escribió este delicioso libro, Siruela, 2000, que por el título uno quisiera que fuera la realidad de la República, y que como decía aquella canción que cantábamos en la escuela “no digamos jamás la mentira…”, pero la realidad, nos trae a la realidad. El país puede, pero nuestros políticos y sus bien pagados asesores, no.
Hace unos
años, el entonces Banco Condal Dominicano regaló por navidad a algunos clientes, las obras completas, editadas por Aguilar 1975, de Wilde. Y entre lo que el hacha
volvía le echaba el ojo al contenido. El Retrato de Dorian Gray. Artículos y
ensayos.
De todas formas, vamos a concentrarnos en el libro, que seguro algún fuetazo aparecerá para recordarnos donde vivimos y las calañas de gentes que nos quedan por educar en la verdad.
Cyril y
Vivian son los personajes de este diálogo que se desarrolla en una biblioteca,
sí, puse en una biblioteca, de una casa de la campiña inglesa, vamos en el
campo. Y esto, de mi parte, y por pretencioso, me gustaría saber cuántos libros
hay, y qué temas tratan, en el campo
dominicano.
Ese es un
tema, digamos tangencial, pues lo sustancioso viene después. Pero no deja de
reflejar el pobre (en el sentido de la lectura), sistema educativo actual.
Aunque usted puede decir que no es sólo en las escuelas –esas son para mí la
escuela- y en la enseñanza de pago –colegios- hay también sus limitaciones,
menos pero las hay, sólo dependen del volumen de pesos que estén involucrados.
La
novelística inglesa tiene normalmente dos renglones, “ficción y no ficción”. No
voy a entrar en el primer renglón, pero sí en el segundo, y es que cuando usted
lee esa novelística que hoy ocupa títulos y autores, un lugar en las historia
de la literatura universal, un renglón, o apartado, si quiere, que constituye un
llenar el espíritu por su creación: los diálogos.
Quizás la
primera novela que me impresionó fue “Contrapunto”, de Aldus Huxley, y luego “Mi
tío Spencer” (no voy a entrar en mi favorita “Un mundo Feliz, pues esta es de
las grandes en la Ciencia Ficción), posteriormente
pueden estar Chesterton -todo lo escrito sobre el Padre Brown-; Austen –Orgullo
y prejuicio-; y de la actualidad, Follett, aunque es irlandés, y sus novelas de
suspense histórico -La caída de los
gigantes, El invierno del mundo-. Por supuesto, todo esto viene al caso por la obra que nos ocupa
-Querido no te pases el día en la
biblioteca. Hace una tarde preciosa…Vamos a tumbarnos en la hierba a gozar de la naturaleza
-¡Gozar de la naturaleza! Celebro
decir que tengo del todo perdida esa facultad. Nos dicen que el Arte nos
hace amar la naturaleza, más de la que amábamos antes; que nos revela sus
secretos. Mi experiencia personal es que cuando más estudiamos el Arte menos
nos interesa la Naturaleza. Lo que el Arte nos revela es la falta de plan de la
naturaleza, su estado absolutamente inconcluso.
-Bueno, pues no mires el paisaje si
no quieres y túmbate en la hierba a fumar y charlar.
- ¡Es que la Naturaleza es tan incómoda!
La hierba tan dura y húmeda, llena de bultos e insectos. Si la naturaleza
hubiera sido cómoda, la humanidad no habría inventado la arquitectura, y yo prefiero
la casa antes que la intemperie. En la intemperie uno se vuelve abstracto e
impersonal. Nada más palpable que el odio de la naturaleza a la Mente. Todo el
que es incapaz de aprender se ha puesto a enseñar
- El obtuso, el doctrinario, la gente
insoportable que lleva sus principios hasta el vergonzoso extremo de la acción, hasta la “reductio ad
absurdum” de la práctica. Yo no. Yo como Emerson (Es que escribió El Paraíso
Perdido) que escribió sobre la puerta de mi biblioteca la palabra “Antojo”.
Además ...el artículo que escribo pienso titularlo “La decadencia de la
mentira”.
- ¿De la mentira? Yo creía que
nuestros políticos mantenían a alto nivel esa costumbre.
- Te aseguro que no. No se elevan más
allá de la tergiversación, e incluso se rebajan a demostrar, discutir y
argumentar ¡Qué lejos de lo que es el verdadero mentiroso…. con su soberbia
irresponsabilidad, su .desprecio de toda clase de pruebas.
La literatura de nuestra época es si dudas la decadencia de la
Mentira como arte, ciencia y placer social. Los historiadores antiguos nos
dieron deliciosas ficciones en forma de
hechos; el novelista moderno nos presenta hechos insulsos bajo guisa de ficción.
Se puede,
pregunta Cyril, si se puede despojar de realidad una historia por querer
hacerla demasiado veraz. Si no se disfruta con leer un libro una y otra vez,
tanto daría no leerlo ninguna. Pero, ¿tú que dices del retorno a la Vida y la
Naturaleza? Esa es la panacea que siempre nos están recomendando. La Naturaleza
va siempre detrás de la época.
Si por
naturaleza entendemos el simple instinto natural, como lo contrario de la
cultura consciente, la obra producida bajo esa influencia será siempre
anticuada, trasnochada y desfasada. Un toque de naturaleza podrá hermanar el
mundo, pero dos destruyen cualquier obra de Arte.
Heródoto,
qué a pesar del empeño superficial y
cicatero de los escoliastas modernos en
verificar su historia, merece ser
llamado “el padre de las Mentiras”, y léase, para comprobar, los escritos de
Cicerón, Tácito de Plinio y verá si no es cierto. Aunque a veces, cuando
borramos la historia y construimos otra, la Sociedad vuelve antes o después a
su líder perdido, el mentiroso cultivado y fascinador. Hay que tener suerte que
sólo lo tengamos en el Arte Moderno de la fotografía. Aunque algunos quieren
resucitar, a como sea, el arte de la Mentira.
Mentir para
obtener una ventaja personal inmediata, por ejemplo –mentir con
un propósito moral-. Tomás Sánchez, jesuita, escribió un tratado filosófico sobre
toda esta cuestión. De él puede salir una cartilla breve, “Cuándo mentir y
cómo”, que tendría una gran venta, y de mucho provecho práctico para muchas
personas, y es que “Mentir por un sueldo mensual es, claro está, muy conocido”,
por supuesto en muchos litorales.
La profesión
de articulista político no carece de alicientes. La única forma de mentira que
está absolutamente fuera de reproche es la de mentir por mentir, y su manifestación
más alta es la Mentira en el Arte.
*El autor es catedrático universitario.-
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