14 de septiembre de 2020

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARÍO- Kropotkin y la Tradición Intelectual Anarquista (2 de 2)

 Por Carlos Darío Sousa S.*


Decíamos que para entender a Propotkin había que seguir su trayectoria en los campos de Siberia, la lejana  y vasta región, que se extiende desde los montes Urales, llamados también el fin de Europa, hasta el océano Pacífico.

Los años siberianos de Kropotkin se inician en el 1862, cuando se licencia en la academia militar, y 1871, cuando rechaza uno oferta para ocupar un cargo en la prestigiosa “Sociedad Geográfica Imperial de Rusia”. Esta decisión abre las puerta para que el joven oficial que está sirviendo en la Siberia Oriental donde va a forjar su propia vida y también los pasos para transformar el anarquismo europeo.

En Siberia, se topó con un mundo de contradicciones, con las realidades más  duras de la vida, tanto rural como urbana, de hecho está en la región más atrasada de Rusia. Ahí conoció a los prisioneros políticos y al campesino con ideas propias, el minero explotado, al administrador del Estado, a las familias de granjeros, a la comunidad de cazadores y recolectores, pero también vio la represión.

De los cinco años que pasó en Siberia, se puede decir que son “una educación


genuina de la vida y el carácter humano”. Ahí maduro y se convirtió en un hombre de ciencias renacentistas, realizando investigaciones, muchas de ellas innovadoras, en zoología, geografía física, sociología, etnografía y criminología. “Siberia -dijo- me hizo conocer las formas complejas de organización social que ellos han elaborado muy lejos de la influencia de la civilización”.

En Siberia se negó a someterse a los misterios de la naturaleza y a la grandeza del estado. Emprende una búsqueda humanista del conocimiento y encontrar un orden fuera de los parámetros marcados por el Estado.

Fue allí, en esa Siberia, que proporciona un vasto “lebensraum o espacio vital” (Medio y ámbito necesario para el desarrollo de un ser o colectividad), donde formulará algunas de las creencias  fundamentales del “anarquismo científico”. Su amor por la vida sencilla y sin corromper existente en esa Siberia rural, contribuye en su culto por el anarquismo primitivo.  Aprendió lo poco que de verdad necesita un hombre cuando sale de los círculos encantados  de la civilización convencional.

De 1862 al 1867 exploró las cadenas montañosas de Siberia Oriental, viajó más de 80,000 kilómetros en carreteras, a bordo de vapores, en barcos, pero sobre todo a caballo ,a lo largo de esos inmensos territorios, casi deshabitados, y navegó en ríos que no aparecían en los mapas.

En 1867, tras abandonar el ejército, se instala en San Petersburgo, donde se dedica por entero a la investigación geográfica. En 1872 renuncia a su legado aristocrático y decidió dedicar su vida a la teoría y práctica del anarquismo. En esa época se convierte en una de las figuras importantes del grupo “noródniki”, movimiento cuya filosofía era de de “ir al pueblo”, en el tiene contacto con obreros, campesinos y estudiantes, así como con intelectuales radicales.

Es detenido y encarcelado por dos años. En 1876, en un de las más osadas fugas del hospital de la prisión, huye a Inglaterra.

A lo largo de las décadas de 1870 y 1880, empieza a criticar a aquellos “socialistas marxistas” que afirmaban estar implicados en la revolución, pero que dudaban de las capacidades de las masas. A finales de la década de 1870 cambia del “populismo agrario”, a un anarquismo internacionalista comprometido con la destrucción  de la autoridad política del Estado moderno.

Durante las décadas de 1880 y 1890 adquirió el status de un “sabio y erudito”, pero también comprendió que las revoluciones no se hacían sólo con palabras, sino con la acción y el compromiso político con las causas populares. Piensa en una sociedad que surgiría de la destrucción de las naciones- Estado. Su visión de una sociedad anarquista se basaba  en la aparición de organizaciones comunales federadas de trabajadores  y campesinos, siguiendo el ejemplo que había visto en la Comuna de París de 1871, a la que considera como el acontecimiento fundamental en la historia de las luchas populares.

Siempre mantuvo el criterio de que los anarquistas no deberían formar partidos políticos, ni aunque estos fueran para aumentar el apoyo popular a objetivos anarquistas, eso mantuvo la clara división entre socialismo y anarquismo.

Siguiendo ese hilo, estaba convencido de que las verdades del anarquismo eran científicamente verificables y es que los vínculos entre las ciencias sociales y ambientales, por un lado, y las ideologías  y movimientos políticos por el otro, han sido especialmente evidentes en la relación entre marxismo y el materialismo histórico, entre el darwinismo social (Teoría que pretende aplicar los principios  de la evolución al desenvolvimiento de la historia social) y el conservadurismo político.

Kropotkin defendió sistemáticamente la legitimidad científica del anarquismo, demostrando que los seres humanos son animales sociales y que la sociedad y la naturaleza humana están entretejidas en una compleja trama de relaciones  dinámicas e indisolubles que nunca deben romperse por leyes dictadas por los hombres o por la autoridad artificial del Estado.

Insistía en la tendencia natural, e históricamente demostrada, a “cooperar para sobrevivir” y eso constituía una base moral sobre la que construir un “código ético” que fomentara el avance natural hacia el progreso social.

Al buscar las raíces del anarquismo en la teoría de la evolución y las tradiciones populares de sociabilidad y apoyo mutuo, en vez de de una filosofía metafísica  o la teoría política, de la sociedad sin Estado, con ello dotaba al anarquismo de una base científica y un pedigrí histórico.

Desde la década de 1870, pequeños grupos sin una estructura organizada, estaban resueltos  a demostrar su desprecio por la burguesía y por la aristocracia mediante la violencia y autoinmolación, eran los de la “propaganda por el hecho”. Los asesinatos del zar Alejandro II (1861) y del archiduque Francisco Fernando (1914), el presidente Carnot de Francia, Mckinley, en USA, la emperatriz de Austria o al rey de Italia más intentos frustrados reflejan la fe anarquista en el valor inmediato y apocalíptico del asesinato político como estrategia legítima para eliminar los símbolos de la autoridad del escenario político.

Kropotkin consideraba que los Estados de Europa eran creaciones históricas que, a partir del siglo XVI, invadieron los universos vitales de la gente y se atribuyeron  a sí mismo muchos papeles que era responsabilidad de las comunidades locales autónomas (Ahí está la guerra de las comuneros de Castilla, en época del Carlos I).

De ese Estado centralizado acaba por romper las estructuras que dan el apoyo mutuo y la cooperación y va a desembocar en el Estado moderno que determina el sometimiento de la población a su autoridad.

Como Marx, Kropotkin también reconocía que “el régimen político al que se someten las sociedades humanas, es siempre una expresión del régimen económico que existe en la sociedad”.   

Los antiguos padres de la teoría anarquista deploran la unificación de los Estados nación, la comercialización de las relaciones ambientales y personales, la centralización y la dominación de la sociedad por los Estados, la eficacia mejorada de los sistemas de control estatales y la globalización de la autoridad.

Los anarquistas actuales se mueven en un contexto global muy distinto mientras contemplan cómo se viene abajo parcial, aunque incompletamente, muchos  de esos procesos.

Si, como existen varios teóricos contemporáneos anarquistas, el marxismo revolucionario y el posmarxismo reformista, han alcanzado su límite histórico, los anarquistas actuales se enfrentan a un nuevo desafío, eso implica una profunda reevaluación de la lógica del saber anarquista, a la luz de las vehementes críticas del marxismo, el estructuralismo, el autoritarismo, el sexismo, el racismo y el poscolonialismo que han añadido vigor intelectual a la teoría y a la praxis revolucionaria.

*El autor es catedrático universitario.-

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