Por Juan Llado
Ante un panorama tan incierto
como el que presenta la actual pandemia del COVID-19, no resulta fácil diseñar
una estrategia de recuperación turística. Son demasiado los imponderables. Pero
algunos de los parámetros y medidas principales de esa estrategia pueden ser
identificados para tenerlos en cuenta en el momento oportuno. En cualquier
caso, debemos de partir de la premisa fundamental de que la pandemia es mundial
y que asimismo es la industria turística.
En nuestro caso son tres los
factores principales que condicionarán la recuperación turística. El
primero y más importante es el relativo a la recuperación económica de los
países que constituyen nuestros principales mercados emisores. (Los tres
principales en el 2019, con más de un 60% de los visitantes extranjeros de vía
aérea, fueron EEUU, Canadá y Rusia.) El FMI y varias otras agencias
multilaterales han coincidido en que la pandemia está provocando una
contracción económica que posiblemente sea peor que la de la Gran Depresión del
1929 y ciertamente superior a la recesión de la crisis financiera internacional
que inició en el 2008.
De similar importancia para la
recuperación turística será la confianza del consumidor en materia sanitaria.
Aun si se dispone de los recursos para comprar paquetes turísticos habrá muchos
que no se sentirán confortables viajando en espacios cerrados como los de los
aviones y buques cruceros. Asumiendo que ese tipo de transporte pueda superar
esa reticencia, habrá desconfianza de la capacidad de los destinos vacacionales
para garantizar estadías libres de contagio. Si el pasado año se desplomaron
muchas reservaciones por sospecha de que los hoteles no garantizaban un consumo
seguro de bebidas y comidas, lo mismo sucederá esta vez si no hay una respuesta
hotelera adecuada.
El tercer factor determinante
será entonces el de la creatividad de los agentes económicos del sector para
generar demanda, es decir, clientes. Si bien el manido recurso de la promoción
(a través de la publicidad y los eventos feriales) mantendrá su apelación, no
podrá esperarse mucho en vista de que todos los operadores turísticos –líneas
aéreas y de cruceros, cadenas hoteleras, agentes de viajes y turoperadores,
etc.—recurrirán masivamente a él y la intensa competencia restará impacto a los
mensajes. Es preciso recordar que las cadenas hoteleras que operan aquí son
propietarias del 95% del inventario de habitaciones de clase mundial y son
expertas en materia de promoción en los mercados emisores. En el caso de
lo que le toca hacer al país, sería aconsejable limitarnos a un esfuerzo extra
similar a la estrategia digital que está desplegando México, lo cual tiene un
bajo costo.
Medidas tales como los precios
de oportunidad, la configuración de novedosos paquetes turísticos,
reorganización empresarial, remodelación de facilidades físicas, etc., podrían
surtir efecto y atraer una demanda marginal. Pero siempre tendrá que competirse
en un ambiente de una demanda débil por razones económicas. En el caso del
“todo incluido”, es razonable esperar que continúe siendo deseable y que los
modelos de negocios asociados no cambien mucho. Pero siempre será deseable que
para mantenerse operando los hoteles bajen los precios hasta que puedan
alcanzar su punto de equilibrio, por lo menos.
Por su lado, la más importante
que pudiera hacer el país es la elaboración e inmediata aplicación de una
Estrategia de Salubridad Turística. Para ello sería deseable contratar a una
empresa calificada que, al igual que se hizo el pasado año con el problema de
la seguridad, produzca esa estrategia valiéndose de las consultas de lugar a
“infectologos” calificados. (El país cuenta con los recursos humanos
calificados, pero para generar confianza en las recomendaciones es preferible
que la empresa contratada sea del primer mundo.) Lo ideal sería que
la estrategia incorpore no solo medidas para la contención del COVID-19, sino
también para la malaria, el dengue y otras enfermedades contagiosas que son
propias de nuestra ubicación tropical.
Sin querer suplantar a los
expertos contratados, se puede vislumbrar un abanico de medidas que infundirían
confianza en los intermediarios de la industria de los viajes. La medida
singular que podría instalarse de inmediato en puertos y aeropuertos, es la de
las pruebas rápidas. Si a cada turista se le hace una de las que duran 15
minutos al llegar al país, se estaría tamizando a los turistas –así como a las
tripulaciones de aviones y cruceros– con un cierto grado de efectividad. Los
que den positivo serian separados y obligados a someterse a un examen clínico
más riguroso, el cual determinaría los otros pasos a seguir.
También se podría
requerir, antes de que los llegados se chequearán con Migración, que todos
pasarán por un túnel sanitizante y fueran chequeados con los detectores de
temperatura. Tales medidas podrían aplicarse por seis meses o, si hay un
rebrote en el otoño, un año completo.
Por fortuna, el grueso de
nuestros visitantes extranjeros pasa su estadía en el país confinados a sus
hoteles (por el “todo incluido”). Eso significa que solo se requiere
“higienizar” a los medios de transporte que utilicen para llegar del aeropuerto
a los hoteles y a los hoteles mismos. Respecto a lo primero se puede establecer
un requisito de que los autobuses se desinfecten semanalmente con agua de cloro
y que los choferes y guías usen mascarillas y guantes mientras estén en el
servicio. También a estos y a todos los empleados hoteleros se les debe exigir
una prueba rápida semanalmente. Dentro de los hoteles debe ser obligatorio el
uso de mascarillas y guantes en algunos lugares, tales como comedores, bares y
salones donde se aglomere gente. Lo otro seria la desinfección semanal de los
espacios más concurridos dentro del hotel.
Estas medidas, además de las
que puedan recomendar los epidemiólogos, tendrían vigencia por los próximos
seis meses dependiendo de la evolución mundial de la pandemia. Finalmente,
descansamos seguros de que las cadenas hoteleras también implementarán sus
propios protocolos de prevención, por lo que las medidas que requieran las
autoridades no les serán onerosas. La recuperación de nuestra industria
turística será más acelerada en la medida en que haya un esfuerzo conjunto de
todos los involucrados.
Foto: Turistas entrando en la Catedral Primada de América
Foto: Turistas entrando en la Catedral Primada de América
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