Por Juan Llado
Predecir el futuro siempre ha sido una empresa
arriesgada. Siempre hay factores imponderables que pueden desnaturalizar la
predicción. Pero en el caso de la recuperación post pandemia de nuestra
industria turística, esos imponderables no son tantos ni tan graves. Si la
experiencia del pasado es una guía, es seguro que ganaremos la pelea. Pero hay
que admitir que, en las presentes circunstancias, la certeza de la predicción
comporta cierto grado de dificultad.
Los
gobiernos ya comienzan a reaccionar.
Nuestro país, por ejemplo, sabe que los aportes del turismo en divisas y empleo. son clave para ayudar en nuestra recuperación económica y la estabilidad
macroeconómica. La estrepitosa caída de esta contribución, sin embargo, ha
causado gran preocupación y ansiedad acerca
de la duración de la crisis y algunos han llegado hasta dudar de que podamos
recuperarnos. El reto de la recuperación se ve enorme, porque el cierre
de cientos de hoteles por parte de las cadenas españolas que
dominan en el Caribe, ha asombrado por lo inesperado. Analistas
autorizados reportan que en marzo la tasa de ocupación hotelera
en el Caribe estuvo en un 10%, pero para mayo predicen que bajará a un 5%.
La mayor parte de estas cadenas prevé que el
cierre podría llegar hasta finales de mayo, pero otras lo
vislumbran para finales de junio. Apple
Leisure Group, la empresa propietaria de Apple Vacations –el más grande
turoperador estadounidense– y de AM Resorts, dos subsidiarias del mayor mercado
emisor para el Caribe (EEUU), ha anunciado que sus hoteles de Cancún abrirán en
mayo. Y la Asociacion
de Hoteles de Cancún predice que la recuperación podría comenzar en
julio. La creencia es generalizada de que la recuperación será lenta y
posiblemente tome hasta finales de año para llegar a normalizar las
ocupaciones. El primer gráfico muestra cómo se vislumbra la recuperación en
España, el segundo destino receptor de turistas más grande del mundo después de
Francia. Y no sería muy arriesgado asumir que nuestra recuperación seguirá ese
patrón.
Naturalmente, la velocidad y duración de la
recuperación dependerán en gran medida del factor sanitario. Si la pandemia no
se ha mitigado o desaparecido para el mes de agosto, los pronósticos serian más
sombríos. Es preciso que el destino esté “sano” para que el mercado recobre
confianza en su idoneidad, lo cual quiere decir que por lo menos el personal de
puertos, aeropuertos, hoteles y restaurantes no puede presentar ninguna
posibilidad de contagio. Por otro lado, los científicos han advertido que las
más altas temperaturas del verano no necesariamente implicarán la ausencia del
virus. Y como el virus prefiere el clima templado, ya en el otoño se podría
generar otra oleada de contagios en los países emisores de Norteamérica y
Europa.
De lo que si podremos estar seguros, es de que la
pandemia pasará. La
historia así lo demuestra. Tan pronto se tenga una vacuna
para prevenir la infección, lo cual se vislumbra para dentro de 18 meses, en el peor
de los casos, el virus será neutralizado. Asimismo, existe por lo menos una
docena de experimentos en curso que producirán una
respuesta terapéutica efectiva, y todo apunta a que el o los medicamentos efectivos
estarán disponibles dentro del mismo horizonte de la vacuna.
Nuestra recuperación es segura, porque nuestro producto turístico
continuará siendo un imán irresistible para un
mercado turístico mundial en constante crecimiento. Los
atractivos que significan nuestras playas, nuestro clima y nuestra gente, continuarán atrayendo una demanda creciente por nuestros servicios turísticos
(siempre que no suceda alguna catástrofe inhibidora). Es también predecible que
la demanda contenida (“pent—up demand” en
inglés), aquella que no ha podido ser satisfecha por la calamidad de la
pandemia, se manifieste bienhechoramente hacia nosotros. Una poderosa razón
para creerlo aparece en el segundo gráfico, el cual muestra que todavía somos
un destino regional muy competitivo en materia de precios. Aunque Cancún
aparece como el destino más barato del Caribe, la diferencia con nosotros es
mínima.
¿Por qué no es inmediata la recuperación? Lo primero a tomar en
consideración es que la crisis no es local sino global. Eso significa que
nuestros mercados emisores estarán afectados por el impacto de la pandemia
sobre sus respectivas economías. Las políticas
adoptadas por los gobiernos de Norteamérica y Europa, deberán ser suficientes
para devolver la confianza a los mercados y estimular la actividad económica.
Eso a su vez impacta la confianza del consumidor, es decir, el potencial
turista deberá sentir confianza en su capacidad económica para afrontar los
gastos derivados de cualquier viaje. Asimismo, si no existe confianza sanitaria, tampoco se viajará. En consecuencia, la confianza se restablecerá
paulatinamente.
Por supuesto, son muchos los expertos que aventuran
recomendaciones para que las empresas y destinos turísticos vuelvan a la
normalidad. Se ofrecen recetas para una promoción intensa y creativa, para la
reconfiguración de los paquetes turísticos, para las ofertas
de precios especiales y de rebajas temporales, la reorganización de las
empresas y hasta la
invención de nuevos productos. Tales recetas sectoriales corren paralelas a las que
muchos hacedores de política pública vislumbran para la reactivación económica
general. Muchos ven en la crisis una oportunidad para la innovación y de seguro
que habrá casos en que esa oportunidad será aprovechada.
Pero la impresión de quien escribe es que, a menos que se produzca
una revolución transformadora a nivel global, la oferta de nuestra industria
seguirá atrayendo al mercado post pandemia. En el Caribe
ya se vislumbran escenarios optimistas para
un rápido restablecimiento del flujo turístico, mientras que a nivel global
también algunos
analistas muestran similar optimismo. Mucho
dependerá, por supuesto, de cómo evolucionen las
economías de nuestros dos principales mercados emisores
(Norteamérica y Europa). Debemos desearles la mejor de las suertes.
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