
"Mi pueblo ya no es mi pueblo, es una ciudad cualquiera. Aunque todo este muy bello, yo lo quiero como era". Así reza la canción de Luisito Rey.
Tamayo, mi pueblo, envejece. Se transforma. Penosamente muchas cosas no han cambiado para bien, pero la vida y el mundo siguen y tenemos que entender ese proceso. El pasado 10 de marzo Tamayo cumplió 77 años de haber sido convertido en municipio. Ya antes existió como Hatico, una común con pocas viviendas y reducidos habitantes. La lucha de un puñado de hijos del pueblo, encabezados por el fenecido Fabián Matos de la Paz, lo convirtió en municipio ese 10 de marzo de 1943.
Ya no es el pueblito de vecinos que intercambiaban la comida al medio día y se reunían a rezar el Santo Rosario en una casa distinta cada día. Eso se ha ido limitando a algunas familias y solo en la Noche Buena y la Semana Santa. Pero, a pesar de los cambios, siento gran amor por mi pueblo, por su gente sencilla, amante de la música, del baile, y la solidaridad entre vecinos. 77 años es buen momento para hacer que Tamayo, nombre de aquel indígena compañero de lucha del cacique Enriqullo, recobre su esplendor y su temple. Tiempo para que este 15 de marzo escoja autoridades que se dediquen a resolver sus males fundamentales, sin politiquería y encaminados a consolidar su desarrollo, su tranquilidad y su unidad pueblerina. Te amo Tamayo.
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