12 de enero de 1972
Por José D. Sánchez
Cuando se escriba la historia
verdadera y como ocurrieron los hechos, tendremos una versión diferente. Si
algún protagonista de la acera de enfrente se arma de valor y narra la realidad
histórica acontecida, nos encontraremos con una epopeya y como la convicción da
a los hombres poderes extraordinarios y la determinación de continuar después
del límite, para ir más allá.
Dos hombres acorralados y escasamente armados en una cueva, mantienen una batalla sin igual con un ejército regular,
enfrentando bombardeos de aviones, helicópteros, tanques, ametralladoras 30 y
50, cañones calibres 60 y
80, morteros, perros amaestrados y perros de presas,
columnas militares de las diferentes instituciones y dirigidos a su vez por
sabuesos criollos y extranjeros, preparados en el aniquilamiento del enemigo, sin
dar tregua y sin remordimientos, asesinar sin el menor cargo de conciencia,
matar.
Trece horas de intensos combates, donde los muertos
y heridos eran de un solo bando, el de los fuertes y dos jóvenes hambrientos,
lenta y pausadamente, eran protagonistas y escritores de historia fantástica e
increíble, sin miedo, con valentía, voluntad, y convencidos de sus ideales que
acentuaban sus fuerzas, el valor era intrínseco.
El desenlace tenía que llegar tarde o temprano y al
final de la tarde, después de escucharse unos disparos, no hay más respuesta, no
hay combatientes vivos, Amaury y Virgilio han muerto, Ulises y La Chuta
cayeron en la primera refriega temprano en la mañana, salvajemente, sus cuerpos
son mutilados y fusilados, después de muertos, por los primeros soldados que
entraron en la cueva, fueron bravos frente a los muertos que temieron en vida,
borraron toda evidencia y sellaron sus labios igual que que el de los
fallecidos.
Entre los Palmeros existía un acuerdo de no dejarse
agarrar con vida.
¿Qué pasó en realidad en la Cueva? Tú que fuiste de los que estuviste ahí, por qué temes
hablar?
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