23 de diciembre de 2019

Sobre Migración


Por José D. Sánchez

Las duras leyes de migración que dispuso Francia en contra de los alemanes, permitió a estos desarrollar su país y hoy están por encima de los primeros como potencia económica.

Lo mismo ocurrió con China y los Estados Unidos, después del triunfo de la revolución, al igual que a finales del siglo XIX y al inicio del siglo XX, los chinos emigraban en masa hacia este país, como consecuencia los gobernantes yankis endurecieron las leyes para evitar estas llegadas que parecían invasiones.
Quiénes fueron al final los grandes beneficiarios, los chinos.

Es posible que en caso contrario, China no fuera una de las 3 principales potencias hoy día, sino una extensa nación despoblada y hambrienta.

La economía liberal es la que apoya la emigración desde las naciones menos agraciadas hacia las más favorecidas, pero, hasta los más radicales defensores de estas premisas reconocen el derecho que tienen las naciones a oponerse a la infiltración, en masa o gradual, de individuos de otras nacionalidades, cuando eso lo expone a perder su carácter nacional, cultura e identidad.

Hoy, aquellos que al igual que nosotros, combatimos la transculturacion, se postran por conveniencia política, beneficios económicos o personales ante la misma, claro, por provenir del imperialismo del norte, doble moral y doble cara, porque en el fondo los americanos tienen toda la carne en el asador para la haitianizacion de la República Dominicana.

Si en verdad queremos ayudar a las naciones que fueron saqueadas por otras, si realmente deseamos que esas naciones, que arrancaron por la fuerza a los habitantes pacíficos de las mismas, convirtiéndolos en esclavos, paguen por su irresponsabilidad, o por otro lado, que aquellos países que patrocinaron guerras destruyendo naciones y provocando estos éxodos masivos de estos días.

Si en el fondo queremos beneficios para sus descendencias y los países que sobreviven o se formaron a raíz de estos acontecimientos, vamos a exigir a la ONU la condena y el resarcimiento moral y económico para los mismos.

Las cuotas de penalización, invertirlas en esos países para su desarrollo y no seguir empujando a sus nacionales, a convertirse en parias y mendigos internacionales buscando alucinaciones.

Si no estamos de acuerdo con las penalizaciones, buscar la forma que permita que los países ricos inviertan en empresas en esas naciones, creando fuentes de empleos para sus habitantes sin arrancarlos de su hábitat natural, como se hizo en el pasado.

La ONU sería la encargada, por un orden de prioridades, de orientar esas inversiones y la lista de los países, como y cuando deban recibirlas.

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