Por Juan Llado
Es mala la decisión del gobierno de vender el
50% de las acciones de la compañía que funja como propietaria de la central
termoeléctrica de Punta Catalina (PC). Son múltiples las razones por las cuales
ese plan no beneficia los intereses colectivos de la población, los que serían
mejor servidos reteniendo la propiedad total. Pero esos intereses tampoco serán
redimidos hasta tanto no se busque una solución a la injerencia de la clase
política en el sistema eléctrico. Sin ese tipo de solución, PC ayudarà muy poco
a que salgamos de la crisis energética que empantana el desarrollo del país.
Las autoridades han proyectado
unos resultados del primer año de operación de PC que, en un primer análisis,
aparentarían cumplir por lo menos con el objetivo de la inducción del cambio de
los otros generadores. Independientemente de que se venda la mitad de la
empresa de PC al sector privado, se espera que la planta producirá un beneficio
neto de US$245 millones, asumiendo una producción anual de 5.5GWh. Además, se
calcula que la venta de su energía a US$0.10 el kv/h generaría a las edes un
ahorro de US$500 millones, en vista de que el precio promedio a que compran
actualmente es US$0.14 el kv/h. Estos resultados abonarían también a los
objetivos de disminuir el subsidio eléctrico y, tangencialmente, a disminuir
los apagones.
Sin embargo, este esquema tiene sus bemoles.
En primer lugar, los beneficios netos no necesariamente serian del monto
estimado. Podrían ser mayores en caso de que, como es dable esperar, el precio
del carbón continúe bajando, pero menores en caso de que suba. De cualquier
modo, con la venta del 50% de las acciones, el gobierno solo recibiría la mitad
de los dividendos, lo cual implica que el monto disponible para invertir en las
otras deficiencias del sistema serìa mucho menor de lo anunciado. Por otro
lado, el cuantioso ahorro que tendrían las edes al comprar la energía más
barata de PC no sería tal, en vista de que estas pierden todavía un 27% de la
energía que sirven, siendo
Edeste la peor. De ahí que los beneficios estimados no serían tan
cuantiosos.
El otro problema del esquema, es que deja
intacta la tarifa eléctrica. Si bien el ahorro de las edes se basa en la
diferencia en el precio de la energía entre la que suplirá PC y la que suplen
los demás, las autoridades no dicen que tendrán que mantener la tarifa tal y
como està mientras exista la necesidad de seguir subsidiando las edes. Tampoco
se cumpliría con el objetivo de reducir los apagones mientras se mantenga esa
necesidad, porque los apagones, como se sabe, no se deben a un déficit de
generación, sino a una necesidad financiera de las edes. Y el argumento
de la ADIE de que sobran 200MW de capacidad de generación no parece correcto, porque
no toma en cuenta la necesidad de una reserva (fría y caliente) para el SENI,
la cual se estima en 1,100MW.
Ahora bien, el esquema retiene su validez en
tanto empujaría hacia el cambio deseado en los demás generadores. Pero resulta
evidente que si se optara por suplir la energía de PC al costo, se conseguiría
generar una mayor presión sobre ellos. También aumentaría el ahorro de las edes
y se podría inclusive efectuar una ligera baja en la tarifa, amén de una
disminución marginal de los apagones.
Estos resultados tendrían más sentido que
los del esquema citado más arriba. Y si el carbón baja de precio, como se
espera que suceda por la gradual disminución de la demanda que está induciendo
el calentamiento global y la adopción de las renovables, vender la energía al costo
sería aún más beneficioso para los intereses colectivos.
Conviene más, entonces, que el gobierno se quede
con la total propiedad de PC y contrate a un operador privado competente que la
administre sin injerencias políticas. Esto debería suceder por un periodo no
menor de cinco años, para que los otros generadores sientan la presión de
reconvertirse. Pero la inducción a la reconversión puede resultar un sueño de
una noche de verano. Eso así, porque como muestra la gráfica adjunta, solo un
38.1% de la generación se hace a base de petróleo. Una 32.9% se genera con gas natural,
lo cual no requeriría reconversión. Las renovables
aportaron solo un 7% en los primeros seis meses del año. De manera que lo
que hay que reconvertir sería prácticamente solo una tercera parte de la
producción.
El alcance de la inducción se torna más
incierto al considerar la propiedad estatal de la generación, representada
principalmente por EGEHaina y EGEItabo. En EGEHaina, el generador más grande,
el Estado es propietario de un 62% de las acciones (un 49.95% el gobierno y el
resto el Banco Central), mientras en EGEITABO retiene un 49%. (Estas dos
plantas aportaron un 29% del total generado en el 2017.) EGEITABO opera a
carbón totalmente y, asumiendo que el precio del carbón continuara bajando, no
habría incentivo para cambiar. En el caso de EGEHAINA, una parte se genera con
carbón y fuel oil, pero también se genera con biomasa, solar y eólica. Aunque
esas plantas producen cuantiosos beneficios a los precios que venden a las
edes, cabe
preguntarse si el Estado y su socio procuraran la reconversión. ¿Hasta
qué punto le conviene al Estado embarcarse en la reconversión de estas plantas?
En el escenario aquí descrito, por tanto, el
objetivo de la inducción a la reconversión no será una meta fácil de lograr y
su concreción podría tomar un largo tiempo. Es más probable que la matriz
energética evolucione hacia las renovables más rápidamente. Pero lo que queda
claro es que PC no resolverá la crisis del sistema eléctrico. Es decir, PC por
sí sola no traerá un cambio en la matriz de generación hacia las energías
renovables, no conjurará el déficit creciente de energía (estimado entre 150 y
200MW adicionales cada ano) y no resolverá el problema de las pérdidas de las
edes ni de las deficiencias y déficits en la transmisión.
Aun si un operador privado se contrata para
PC, el moquillo de la gerencia política del sistema continuarà negándole a la
población energía suficiente y barata para el desarrollo. Es por lo que el
Consejo Económico y Social (CES), con respaldo de los partidos políticos, debe
promover una “solución final” que incluya la privatización total del sistema y
una compensación a la clase política que le aminore el costo político de
desentenderse del sistema. Esa compensación, a manera de una reparación de
guerra, sería la clave para lograr una solución definitiva al problema
eléctrico. Al final, el costo para la población de esa “reparación” sería mucho
menor que el que implica continuar con la gerencia política. Y si lográramos
resolver el problema eléctrico ahorrarìamos , según un
calificado experto nacional, por lo menos mil millones de dólares al año.
¿En qué consistiría esa “reparación”? Los
intereses de la clase política que la obligan a mantener su manejo del sistema, serian básicamente los empleos que podrían ofrecerle a su militancia. El empleo
supernumerario de las edes, las cuales tienen más de 7,000 empleados, cuando
podrían funcionar, según consultores extranjeros, con 1,200. Si la
privatización conlleva la eliminación de 5,800 empleos, la “reparación” deberá
consistir en buscarle a quienes lo tengan una compensación por un periodo de
transición de por lo menos tres años. No contamos aquí la corrupción que se
deriva de las compras y contrataciones, y las otras canonjías que se asocian
con el poder que dan las posiciones encumbradas del sistema. Su
eliminación seria el precio moral a pagar.
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