No pensé que sería la última vez. Por mi mente y
tampoco por la de él, pasó que sería nuestra conversación de despedida.
Fué el último domingo de mayo. Era el Día de las Madres.
Estaba en su residencia, junto a los suyos. Se había convertido en una costumbre nuestro contacto telefónico. Yo le llamaba o él lo hacía. Siempre cortés, afable, sonriente. Porque así era Danilo. Lo conocí a finales de 1986. Yo había sido
designado para cubrir la fuente del Palacio Nacional por Radio Mil y el Canal 6, hoy Telemicro. Me recibió como si me conociera de toda la vida. A partir de ahí surgió una amistad de verdaderos amigos, compañeros, colegas.
Tan unidos quedamos, que ambos, ya fuera del palacio, seguimos ese contacto. Difícilmente pasaba una semana sin que hablásemos. El domingo 27 levanté el teléfono y le llamé. “Danilo Polanco CDN”. Era mi saludo acostumbrado, rememorando su período de reportero en esa cadena noticiosa. Siempre se despedía de esa forma. Reíamos en cada oportunidad que nos saludábamos. No imaginaba que escucharía su risa por última vez ese día. “Creí que me iba el viernes. Me puse medio malo. Pero aquí estoy. Habrá Danilo por mucho rato”. Claro que sí, le dije. 48 horas después recibí la noticia. Danilo se nos fué. Guardo su sincera amistad, su saludo afectuoso y su “salúdeme a la reina de la casa”. Hasta pronto amigo mio...
Estaba en su residencia, junto a los suyos. Se había convertido en una costumbre nuestro contacto telefónico. Yo le llamaba o él lo hacía. Siempre cortés, afable, sonriente. Porque así era Danilo. Lo conocí a finales de 1986. Yo había sido
designado para cubrir la fuente del Palacio Nacional por Radio Mil y el Canal 6, hoy Telemicro. Me recibió como si me conociera de toda la vida. A partir de ahí surgió una amistad de verdaderos amigos, compañeros, colegas.
Tan unidos quedamos, que ambos, ya fuera del palacio, seguimos ese contacto. Difícilmente pasaba una semana sin que hablásemos. El domingo 27 levanté el teléfono y le llamé. “Danilo Polanco CDN”. Era mi saludo acostumbrado, rememorando su período de reportero en esa cadena noticiosa. Siempre se despedía de esa forma. Reíamos en cada oportunidad que nos saludábamos. No imaginaba que escucharía su risa por última vez ese día. “Creí que me iba el viernes. Me puse medio malo. Pero aquí estoy. Habrá Danilo por mucho rato”. Claro que sí, le dije. 48 horas después recibí la noticia. Danilo se nos fué. Guardo su sincera amistad, su saludo afectuoso y su “salúdeme a la reina de la casa”. Hasta pronto amigo mio...
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