
Como esperábamos, el gobierno respondió adecuadamente esta intromisión. La rechazó y reiteró su apego a la decisión del Tribunal Constitucional, organismo que quiere desconocer la tal comisión interamericana. No compete a ese organismo decir a este país quien merece la nacionalidad.
Nuestra constitución traza la línea en ese sentido.
Pretender la CIDH colocarse por encima de nuestra constitución, es una ofensa. El artículo 184 establece que son “irrevocables y definitivas” las decisiones del TC. No puede una resolución injerencista del CIDH, auto asignarse el derecho a decir a este país como dar o negar nacionalidad.
El TC ordenó al Estado regularizar la situación de los hijos de extranjeros y así se está haciendo. No puede NINGUN organismo externo desconocer ese mandato. La soberanía nacional sería pisoteada si se acoge lo que pretende la CIDH.
El país debe respetar el accionar de dicha comisión, pero nunca arrodillarse ante este y menos si lacera el derecho soberano de nuestro pueblo.
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