“Yo soy un muchacho de trabajo. Le pido perdón a su familia. Yo tuve
que dispararle porque él me iba a matar. No era con él, pero él se metió
y me iba a matar; yo estaba asustado”. Así, sin pausa. Casi con la
misma rapidez con que salieron las balas de la pistola que utilizó para
quitar la vida a Carmelo Amaro Polanco, habló el joven Ángel Gabriel
Mejía, de apenas 20 añitos. Se entregó a una patrulla de la Policía
Nacional que ya le estaba “pisando” los talones. Lo acompañó su madre,
que llorosa, pedía que no lo maltrataran, que no le dieran golpes. Junto
a ella una gran cantidad de vecinos, jóvenes la mayoría,
se amotinó alrededor de “su amigo del barrio”. Tres días después, dos jóvenes, que no deben pasar de la misma edad que Ángel Gabriel, se veían en un video disparando sus armas sin contemplación sobre el cuerpo del primer teniente Juan Carlos de los Santos en el municipio Haina. El oficial no tuvo tiempo de defenderse. Los jóvenes le dispararon sin piedad, sin remordimiento. Sin importarles que los grababa una cámara. Sin compadecerse de que delante de ellos estaba un hijo del oficial de solo 11 años. En La Romana, dos jovencitos, según las versiones, no mayores de 20 años, mataron de tres balazos a Dionicio Jiménez Mercedes, propietario de una banca de lotería. Son solo tres casos que, de solo comentarlo engrifan la piel. Atemorizan al más valiente. Tres ejemplos que presentan un drama tétrico y un oscuro futuro de la sociedad donde vivimos. Tres casos, pero no porque sean los únicos de esta semana, nooo, se produjeron más y todos igual de preocupantes y dolorosos. Y ante ese cuadro, nos preguntamos ¿Qué está pasando en nuestra sociedad? ¿A dónde se fue el respeto por la vida? ¿Qué le sucede a nuestra juventud?
Son
muchas interrogantes y mucho más las respuestas que se pudiesen dar a
cada una. Desde mi punto de vista, veo que, lamentablemente, el
derrotero de una parte importante de los jóvenes ha perdido el amor a
Dios. Por eso no respetan a los padres, las madres, los padrinos ni los
adultos cercanos, y menos a los lejanos. Cuarenta años atrás, un
adolescente no levantaba la voz a un adulto, hoy el adulto debe casi
arrodillarse ante la agresividad de algunos jóvenes. Cualquier adulto
podía llamar la atención a un niño o un adolescente, hoy ni pensar en
esa posibilidad.
Un balance a los actos delictivos de los últimos 10 años, da como resultado que en su mayoría han sido cometidos por jóvenes entre los 15 y los 35 años. Por eso, el 95 por ciento de los reclusos de las cárceles del país, al día de hoy, rondan esa edad. Si no hay un cambio en ese rumbo, tendremos una sociedad de viejos en corto tiempo. Hacen falta políticas efectivas desde el Gobierno para enfrentar la delincuencia. Faltan políticas dirigidas a encarrilar a los jóvenes que han tomado el camino equivocado. Hace falta que en el hogar se retome el control de la familia.
La madre de Ángel Gabriel, el que mató a Carmelo Amaro, pide que a su hijo “no le hagan un pellizco” porque lo entregó sano y limpio. La esposa de Carmelo Amaro le respondió “el pellizco que él le hizo a esta familia, es tan grande que nunca tendrá cura” ¿Se entendió el mensaje?
Por Dios… hacia dónde vamos.
se amotinó alrededor de “su amigo del barrio”. Tres días después, dos jóvenes, que no deben pasar de la misma edad que Ángel Gabriel, se veían en un video disparando sus armas sin contemplación sobre el cuerpo del primer teniente Juan Carlos de los Santos en el municipio Haina. El oficial no tuvo tiempo de defenderse. Los jóvenes le dispararon sin piedad, sin remordimiento. Sin importarles que los grababa una cámara. Sin compadecerse de que delante de ellos estaba un hijo del oficial de solo 11 años. En La Romana, dos jovencitos, según las versiones, no mayores de 20 años, mataron de tres balazos a Dionicio Jiménez Mercedes, propietario de una banca de lotería. Son solo tres casos que, de solo comentarlo engrifan la piel. Atemorizan al más valiente. Tres ejemplos que presentan un drama tétrico y un oscuro futuro de la sociedad donde vivimos. Tres casos, pero no porque sean los únicos de esta semana, nooo, se produjeron más y todos igual de preocupantes y dolorosos. Y ante ese cuadro, nos preguntamos ¿Qué está pasando en nuestra sociedad? ¿A dónde se fue el respeto por la vida? ¿Qué le sucede a nuestra juventud?
Un balance a los actos delictivos de los últimos 10 años, da como resultado que en su mayoría han sido cometidos por jóvenes entre los 15 y los 35 años. Por eso, el 95 por ciento de los reclusos de las cárceles del país, al día de hoy, rondan esa edad. Si no hay un cambio en ese rumbo, tendremos una sociedad de viejos en corto tiempo. Hacen falta políticas efectivas desde el Gobierno para enfrentar la delincuencia. Faltan políticas dirigidas a encarrilar a los jóvenes que han tomado el camino equivocado. Hace falta que en el hogar se retome el control de la familia.
La madre de Ángel Gabriel, el que mató a Carmelo Amaro, pide que a su hijo “no le hagan un pellizco” porque lo entregó sano y limpio. La esposa de Carmelo Amaro le respondió “el pellizco que él le hizo a esta familia, es tan grande que nunca tendrá cura” ¿Se entendió el mensaje?
Por Dios… hacia dónde vamos.
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