Por Frida Ghitis (CNN)
Parecía una misión imposible. El presidente de
Francia llegó a Washington con los objetivos contrapuestos de seducir al
presidente de Estados Unidos, Donald Trump (cuya idea de amor exige muestras
públicas y efusivas de afecto) y al pueblo estadounidense, que en su mayoría, según
las encuestas, no quiere tanto a su mandatario. Para dificultar aún más su
tarea, tuvo que preocuparse por el público en Europa, particularmente en
Francia, en donde Trump es más impopular todavía. Para
Emmanuel Macron,
cautivar a Trump conllevaba el riesgo de hacer vomitar al resto del mundo.
Pero de alguna manera, con las tácticas sutiles de
un francés enamorado ficticio, lo logró. Claro que este romance está motivado
por un cálculo frío y ese fue el secreto de Monsieur Macron. Quería demostrar
que él es, de hecho, el encantador de Trump, capaz de persuadirlo de alejarse
de sus peores instintos.
Más específicamente, Macron quería persuadir a Trump
de no cancelar el tratado nuclear con Irán, de no retirar a las tropas
estadounidenses de Siria y de reincorporar a Estados Unidos al Acuerdo de París
sobre el cambio climático.
Desde que llegó, la dimensión física de sus maniobras políticas fue
digna de ver. La relación que comenzó en mayo pasado con el legendario apretón
de manos quebrantahuesos y que siguió en París con el apretón de manos más
largo de la historia, pasó a territorio estadounidense con un festival de
toqueteos entre machos, con interacciones interminables y a menudos incómodas.
Ambos compitieron por ver quién podía tocar más al otro. Se dieron
palmaditas y masajes de espalda. Cada apretón de manos exigió una palmadita o
un apretón adicional. Vimos a Trump "sacudirle la caspa" a Macron y
decir "amo a este tipo" después de que Macron lo besara al final de
una conferencia de prensa.
El lenguaje corporal detonó toda clase de análisis de conducta de
primates. Era claro que ambos competían por el dominio. Otros expertos
detectaron afecto genuino.
Los masajes de espalda aparentemente dieron resultado. Parece que
convenció a Trump de que abandonar Siria dejaría la puerta abierta para Irán y
dejó intrigado a Trump al combinar a Irán con Siria y proponer un nuevo “tratado”
(la renegociación del tratado nuclear serviría, entre otras cosas, para abordar
el tema de las actividades de Irán en Siria y Yemen). "Creo que tenemos
una buena oportunidad de llegar a un acuerdo mucho más grande, tal vez", reflexionó
Trump, quien con su sintaxis característica, agregó: "tal vez no
acuerdo".
Todo esto es el medio para un fin. Trump, quien ha visto caer como nunca
antes, la aprobación del liderazgo de Estados Unidos durante su presidencia, quería
demostrar que tiene amigos y quería reclutar el apoyo de Francia en el escenario
mundial. Macron necesitaba este viaje para consolidar su alianza con Washington
y demostrar que es el nuevo líder de Europa. Con Trump de su lado, Macron se
dirigió al Congreso, al pueblo estadounidense y al mundo, de hecho. Su discurso
del miércoles 25 de abril fue una pirueta retórica con la que repudió gran
parte de lo que Trump representa.
Macron provocó que los miembros de ambas cámaras, de ambos partidos, se
pusieran de pie, con lo que demostró que hay puntos en común en la política
local, lo que sorprendió a muchos estadounidenses.
Empezó hablando con el idioma de la libertad, al que este país es
sensible. Luego, pareció que se refirió tácitamente a Trump al hablar en contra
del nacionalismo, de infundir miedo, del aislacionismo. El nacionalismo
"puede ser tentador —dijo— pero cerrarle la puerta al mundo […] no
sofocará los temores de nuestros ciudadanos, sino que los avivará".
Habló de las amenazas al orden mundial y advirtió que "lo que
amamos está en riesgo. Lo que amamos está en peligro". Hizo un llamado a
Estados Unidos a encabezar la defensa de los valores y las instituciones del
mundo libre que ha promovido y defendido.
Lanzó una advertencia contra el proteccionismo, contra "el
aseguramiento de la industria actual" en vez de la "transformación de
nuestra economía para estar a la altura del desafío global". Reprendió por
el cambio climático y dijo: "No hay un Planeta B". Agregó: "Estoy
seguro que algún día, Estados Unidos volverá a unirse al Acuerdo de
París". Dijo que Estados Unidos y sus aliados tienen que encabezar la
defensa del orden mundial.
Macron decía que Estados Unidos sigue siendo el país indispensable.
Hasta que el presidente de Estados Unidos retome su función como defensor de
los derechos humanos, la democracia y el multilateralismo, Macron será el que
le indique que ese es el camino a seguir. Demostró que si para eso tiene que
besarlo, halagarlo y susurrarle al oído, está dispuesto a hacerlo.
Su público entendió justamente qué estaba haciendo. Fue una actuación
magistral para un hombre que se enfrentaba a una misión casi imposible. No
sorprende que el Congreso entero le haya brindado una larga ovación de pie.
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