Por Welnel
Darío Féliz

Si bien debería
dedicarle estas letras al análisis de ese levantamiento, en la ocasión voy a
dejar lo conocido, aunque sea poco, y mencionaré otros movimientos previos que
demuestran la dominicanidad y el espíritu opositor y combativo de la gente del
suroeste, los que defendieron su terruño de la presencia española y llevaron a
la práctica, aún antes que otros sitios, su animadversión contra la dominación
extranjera.
En este escenario
aparece un personaje suroestano de pura cepa, por cierto muy criticado por su
apoyo inicial a la anexión, nos referimos a Ángel Féliz (Liberata), La
Espada del Suroeste. Ángel bebió de las aguas del Ubero, Cachón Pipo y La
Isabela, en Rincón, hoy Cabral, desde que su madre lo trajo al mundo por el año
1816. Con la proclamación de la independencia inmediatamente pasó a formar
parte del ejército dominicano, luego se plegó al santanismo y ocupó puestos en
Rincón, hasta que Santana le confió la comandancia de armas de Barahona, el 17
de marzo de 1861, precisamente un día antes de la proclamación de la anexión.
Si bien el
santanismo de Ángel lo llevó a ocupar el puesto y hacer valer su voluntad en
una región en la que ascendencia, su accionar posterior denota su poca
conformidad con el paso dado, el cual, todo indica solo lo dio por su apego a
Santana. Precisamente, un día después de la proclama de la anexión en Barahona,
le comunicada al comandante de Azua el acontecimiento, aclarándole que esperaba
“que ese cambio sea para bien”, en una muestra de sus dudas al respecto. Su accionar
levantó suspicacia desde los primeros días de la pérdida de la soberanía, al
punto que poco a poco le fue retirando el poder militar que ejercía y la
confianza.
Desde el primer
día de la proclama de anexión, en Barahona se informó de la inconformidad de
muchos habitantes con el paso dado. Pocos meses después, muchos de los
habitantes de Neiba, La Descubierta, Los Ríos, Postrer Río, Barbacoa (Villa
Jaragua) y otros lugares, se unieron al movimiento de Francisco del Rosario
Sánchez, José María Cabral y Fernando Taveras. No pasaron muchos días, cuando
el 28 de septiembre se produjo el primer foco insurreccional en Barahona. Los
primos Manuel Féliz (Cabuya) y Manuel Féliz (Quirí), naturales de Rincón,
trataron de solventar el ánimo en los habitantes de este pueblo, lo recorrieron
llamando a las armas, aunque no obtuvieron respuesta. Ángel, como comandante de
armas, los persiguió, los hizo prisioneros, pero entre el 4 y 5 de octubre se
fugaron de la cárcel, por lo que este fue acusado de que los había dejado
escapar, pues eran sus primos y estaba en acuerdo con ellos. En los días
siguientes, las sospechas aumentaron, pues las diligencias para su
reapresamiento eran pocas, aun sabiendo que Quirí se había refugiado en casa de
una querida en Juan de Herrera y Cabuya se encontraba en Las Salinas. Para
finales del mismo mes de octubre, fue obligado a renunciar, dejado cesante del
ejército, como parte de las reservas y confinado en Rincón, tal como sucedió al
año siguiente con Pedro Florentino, quien desde San Juan fue recluido en Azua y
vigilado.
La inconformidad
de Ángel y los primos Quirí y Cabuya, corrió por la región. Al año siguiente, en
Petit Trou, hoy Enriquillo, Pedro González Gómez inició un movimiento
insurreccional más formal que el de Barahona. A esos fines envió a Jacmel a
Pedro Curro, a parlamentar con militares haitianos y hacer contactos con los
refugiados dominicanos en Haití, hablando allí con Domingo Ramírez y el jefe
militar haitiano de Grand Puent. El comandante haitiano le recomendó que
hablase con Marcelino Heredia, con Rey de la Paz, con José Ignacio Perdomo y
con Ángel Féliz, para que alguno se pusiese a la cabeza del movimiento. Después
de tales recomendaciones, se envió a José Antonio Cumbero para que hablara con
Féliz, quien todo indica que no lo hizo, pero durante una visita que este
realizó a Petit Trou, Venancio Gil logró verle, pero sin que sepamos su
respuesta. Juan de Nín, Elías Franco y Pedro Nolasco, denunciaron la trama,
fueron hechos prisioneros los cabecillas y escindido el movimiento.
Con la revuelta de
Cambronal, Féliz fue vigilado, bajo sospechas de su participación allí,
asimismo, el alcalde pedáneo de Cachón, había denunciado que las gentes de
Rincón estaban en planes de sublevación constante. Ciertos detalles eran
conocidos, pues en conversaciones con Domingo Serrano (Minguiná), el mismísimo
dueño de trapiche que daba melaza al pueblo (se acuñó la frase: “cuando
Minguiná molía, to el mundo lambía), este le expresó su descontento y las
condiciones económicas en que se encontraba, por lo que era necesario tomar
medidas para salir del Estado de cosas.
Aunque los
movimientos suroestanos fueron aislados, sin que se conozcan conexiones entre
ellos hasta ahora, el ánimo por la restauración era colectivo, por ello, cuando
inició la revolución en el norte, las comunidades se integraron con ímpetu a la
causa. Ángel Féliz, como reconocido jefe militar regional, dio los pasos
necesarios para concretar el enhestamiento de la bandera tricolor. Este inició
un periplo patriótico suroestano y pronunció a Barahona, Rincón, Petit Trou,
Las Damas (Duvergé), Las Salinas y Neiba, a favor de la República y se mantuvo
en lucha constante en contra del invasor, hasta el triunfo de la causa
restauradora y junto a él y otros líderes y cientos de hombres y mujeres de
toda la región.
Cortesía de El Birán NY.-
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