Por Guillermo Barba
La semana pasada le contaba que hay algo que podría ser el
‘Talón de Aquiles’ de la política proteccionista de Donald Trump: la fortaleza del dólar que
él mismo, sin querer, propiciará. Si pronto lograra darse cuenta de ello -cosa
poco probable, dado que requeriría la admisión de un error inicial-, podría dar
marcha atrás a algunos de sus planteamientos proteccionistas que terminarán por
dañar sobre todo a los consumidores estadounidenses.
De hecho, toda la visión
mercantilista de Trump se basa en la errada idea de que en el comercio lo que
uno gana es lo que el otro pierde. Por eso para él es tan importante que el dólar se
debilite, pues de este modo las mercancías estadounidenses se abaratan de forma
artificial con respecto a las de sus socios del exterior.
Trump quiere abonar así a la
reducción del déficit comercial de la Unión Americana, que de forma absurda ve
como una especie de ‘saqueo’ de su país.
Como es obvio, quiere
manipular a la baja el valor de su divisa mientras acusa a otros -como el
gobierno de Beijing-, de hacer lo mismo. En fin.
Este peligroso empeño en
devaluar la moneda para ganar ‘competitividad’ -y en poner barreras
arancelarias-, puede conducirnos a una guerra comercial global, y en el peor de
los casos, a un conflicto armado de grandes dimensiones.
El libre comercio es sinónimo
de paz y prosperidad, igual que el proteccionismo lo es de violencia y pobreza.
Incluso si no llegamos al
extremo bélico, las disputas comerciales serán suficientes para empobrecer a
todos los consumidores, pues la limitación y/o cancelación del comercio -que
debe ser siempre libre- implica el forzar a la gente a consumir lo que se
produce de manera local, aunque sea más caro y de peor calidad.
Ahora bien. Paradójicamente,
las políticas que Trump ha prometido llevar a cabo -como el recorte masivo de
impuestos a las empresas y la clase media, la imposición de aranceles a las
importaciones, etc.- abonarán más a la fortaleza del dólar que a su
debilitamiento.
Si Estados Unidos se
convierte de hecho en una ‘aspiradora’ de dólares a causa de la fragilidad de
economías como la de China, a los estímulos aquí aludidos y al ciclo alcista de
tasas de interés de la Reserva Federal estadounidense, la fortaleza del dólar
echará por la borda todos los sueños de Trump por debilitarlo.
No por nada aquí le he
contado sobre las presiones fortísimas que ejercerá sobre la Fed.
¿Se habrá dado cuenta Trump
de la trampa en la que él mismo se ha metido, y del ‘efecto bumeran’ que
generará? Es más que dudoso.
Como quiera, lo cierto es que
sus políticas intervencionistas y proteccionistas terminarán siendo
perjudiciales para la economía norteamericana en su conjunto. Sus planes están
condenados al fracaso, a pesar de que podría generar un gran impulso inicial
pero sólo para caer desde más alto.
No hay visos de que el curso vaya a cambiar, por lo que lo único
que nos queda es anticiparnos a los hechos y actuar en consecuencia a nivel
personal, empresarial y gubernamental. La ‘autodefensa’ financiera es la salida
en los dos primeros casos. En el último, sólo la apertura comercial total al
exterior podrá salvarnos.
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