Al culminar la Convención del Partido Republicano en
Cleveland, el pasado 21 de julio, la alarma se disparó en algunos sectores. Donald
Trump, el excéntrico hombre de negocios, escogido como candidato presidencial
republicano, por primera vez encabezaba las encuestas sobre su rival del
Partido Demócrata, Hillary Clinton.
Es lo que tradicionalmente ha ocurrido al término de una convención. Eso, por supuesto, debido a la naturaleza de espectáculo del evento, la concentración de los medios de comunicación sobre sus actividades, y la selección de la figura que podría convertirse en el próximo incumbente de la Casa Blanca. Toda esa parafernalia la convierten, durante varios días, en el centro de la atención pública.
Igual ocurrió al concluir la Convención del Partido
Demócrata en Filadelfia, una semana después, el 28 de julio. De repente,
Hillary Clinton, la primera mujer seleccionada como candidata presidencial de
un partido mayoritario en los Estados Unidos, pasaba nuevamente, a
liderar las encuestas.
En los últimos días, en razón de una multiplicidad
de errores cometidos por Trump, que le han generado conflictos con distintos
sectores, Hillary ha ampliado la brecha que le coloca por encima de su
contrincante republicano.
De acuerdo con la generalidad de las encuestas
publicadas, si las elecciones presidenciales norteamericanas tuviesen lugar en
estos momentos, hay un 85 por ciento de probabilidades de que las ganase
Hillary Clinton.
VISIONES EN CONFLICTO
Para el candidato republicano, Donald Trump, los
Estados Unidos se encuentran atravesando uno de sus peores momentos de la
historia contemporánea.
Eso es debido a la migración, al libre comercio, a
la salida de empresas norteamericanas hacia el exterior, a la
desindustrialización, a la pérdida de empleos, a las erróneas políticas sobre
cambio climático y energía, así como sobre seguridad, defensa y política
exterior.
En materia de migración sostiene que construirá un
muro entre México y los Estados Unidos, que será pagado por el gobierno azteca,
para evitar que ciudadanos de ese país, muchos de los cuales, según Trump, no
son más que drogadictos y violadores, sigan entrando ilegalmente a
territorio norteamericano.
Prohibirá la entrada de musulmanes; expulsará a
todos los sirios que se encuentren en el país; y deportará, inmediatamente, a
11 millones de indocumentados.
Acusó a China de abaratar sus productos de exportación
mediante el otorgamiento de subsidios, de manipular su moneda, el yuan, así
como de estimular el robo de propiedad intelectual.
Propuso que si los chinos no aceptan las nuevas
reglas del juego bajo su mandato, establecería un impuesto a todos los productos
de origen de ese país asiático que entren al mercado de los Estados Unidos, lo
que implicaría un retorno a la puesta en práctica de políticas proteccionistas.
Por otra parte, plantea disminuir el pago del
impuesto sobre la renta para las empresas norteamericanas, reducir la
deuda nacional mediante recortes al gasto, revertir el plan de salud del
presidente Barack Obama y penalizar las empresas que no retornen su producción
a suelo estadounidense.
Cuestiona el papel de la Organización del Atlántico
Norte (OTAN), como organismo militar idóneo para la actual época de post-guerra
fría. Argumenta en favor del abandono de las tradicionales políticas de
alianza; procura el fortalecimiento del poder militar de los Estados Unidos; y
enfatiza en la necesidad de desmantelar el Estado Islámico (ISIS).
Por su lado, la candidata demócrata, Hillary
Clinton, considera que desde el estallido de la crisis financiera global del
2008, la más severa y profunda desde la Gran Depresión de los años treinta, los
Estados Unidos han estado progresando.
En apoyo a su tesis, sostiene que en los últimos
ocho años se han creado 15 millones de nuevos empleos; que la economía ha
mantenido un ritmo de crecimiento por encima del 2 por ciento anual; que ha
habido una reducción del déficit; que más de 20 millones de ciudadanos
norteamericanos han logrado tener acceso a un sistema de seguro de salud; y que
la industria automotriz, que se encontraba al borde de la quiebra, ha logrado
recuperarse.
Con respecto a la migración, su convicción es
de que ese es un tema de unión familiar, y que, por consiguiente,
en lugar de deportar, lo que hay es que legalizar la presencia de los 11
millones de indocumentados actualmente en territorio norteamericano, mediante
una reforma al sistema de migración.
En vez de reducir el impuesto sobre la renta a las
empresas, que nunca se desparrama hacia los de abajo, como se creía desde la
época de Reagan, sugiere aumentar el salario mínimo de los trabajadores,
de 7 dólares con 25 centavos la hora, a 15 dólares la hora.
Su objetivo fundamental es el de reducir la
desigualdad social, problema neurálgico de la sociedad norteamericana
contemporánea; mejorar la capacidad productiva, la innovación y el
desarrollo de infraestructuras; mantener la seguridad interna y un mundo más
pacífico y sostenible para las futuras generaciones.
En fin, elaborar políticas de diálogo y cooperación
con China y Rusia, así como de contención, cuando sea necesario; el combate al
terrorismo; el fortalecimiento de alianzas regionales, sobretodo en el
Pacífico y el Medio Oriente; y el respaldo a la OTAN, como organismo de
seguridad transatlántica.
PERFIL DE LOS VOTANTES
La forma en que las elecciones primarias
presidenciales discurrieron en ambos partidos, es una señal inequívoca del gran
descontento que actualmente prevalece en el electorado norteamericano.
Hay una especie de sublevación contra los poderes
tradicionales establecidos. La propia candidatura de Donald Trump así lo
demuestra. De igual manera, el notable respaldo recibido dentro de las filas
demócratas por el senador Bernie Sanders.
El malestar tiene su origen en la actitud de los
líderes políticos con cargos en Washington, con respecto a los efectos
negativos que en algunas localidades de los Estados Unidos ha tenido la
globalización, básicamente en lo que atañe al comercio internacional,
la deslocalización de las empresas, la pérdida de empleo y la crónica
situación de inequidad social.
A eso, a su vez, habría que añadir la nueva ola de
racismo, xenofobia y violencia; las modificaciones en la composición
demográfica; el cambio en las costumbres, esencialmente en los temas de género
y sexualidad; y el uso de las redes sociales como forma de evidenciar con
imágenes problemas ancestrales, lo que ha terminado por generar angustia,
ansiedad e inconformidad en la sociedad norteamericana.
Frente a ese panorama, el electorado norteamericano
se encuentra dividido, tanto en términos territoriales, por las distintas
regiones del país, como en relación a la tipología y estratificación social de
los distintos grupos de votantes.
El Partido Demócrata, con las candidaturas a la
Presidencia y Vicepresidencia de Hillary Clinton y Tim Kaine, domina en los
estados ubicados en la costa Nordeste del país, al igual que los de la
costa del Pacífico.
De igual manera, tiene la preferencia del voto de
los jóvenes, de las mujeres, de los blancos con mayores niveles de educación,
de los latinos, de los afro descendientes y de los asiáticos.
Por su parte, los republicanos, representados por
Donald Trump y Mike Pence, gozan de mayoría en los estados del Sur, de parte de
los del Midwest y de los que se encuentran en el área de las Montañas Rocosas.
Su base social está integrada por trabajadores de
raza blanca, hombres de negocios, grupos religiosos, especialmente católicos y
evangélicos, y movimientos conservadores.
Pero, en Estados Unidos, como se sabe, lo que
decide el resultado de un certamen electoral no es el voto directo, sino los
llamados colegios electorales, que está formado por la suma de los dos senadores
y el número de miembros de la Cámara de Representantes que tiene cada estado.
Como la polarización de los votantes es inevitable
en cada proceso electoral, la votación final se decidirá en lo que ocurra en un
pequeño número de estados claves, conocidos en inglés como swing states.
Actualmente, esos estados claves son Pennsylvania,
Ohio, Michigan, Wisconsin, Florida, Georgia, Iowa, Missouri, Carolina del
Norte, Maine y Nevada; y en cada uno de ellos, donde se librarán las
grandes batallas del torneo electoral estadounidense, Hillary Clinton, en
estos momentos, encabeza las encuestas.
Puede ser que en ese reposicionamiento electoral de
Hillary esté influyendo la personalidad y el temperamento de Donald
Trump, que luce errático e incoherente.
Pero, igualmente, un reconocimiento a la labor del
presidente Barack Obama, por haber mantenido la estabilidad y el crecimiento de
la economía en tiempos de incertidumbre, y un pronóstico de lo que puede
acontecer, a tan sólo tres meses, en las elecciones presidenciales
norteamericanas: un triunfo de Hillary Clinton.
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