Sentir de mis Recuerdos
Por Carlos Darío Sousa S.*
Mercedes Toral de Hazoury, Miky,
escribe “Sentir de mis Recuerdos”, que es, más que una narración, un relato de
sentimientos compartidos con el que fuera su esposo, Dr. Jorge Abraham Hazoury
Bahlés, y que es mejor decir, Nozin Hazoury, o simplemente, Nozin.
La vida de Nozin y Miky, está
ligada al sentimiento más preciado del ser humano, el AMOR. Yo diría que el
destino unió a estos seres humanos, como queda patente desde el inicio del
libro, en la construcción de sus destinos.
Don Bejamín, Don Abraham y Doña
Bajilli, traían en sus alforjas los sueños que todo emigrante lleva consigo
como ruta necesaria para progresar, en el caso del matrimonio, venía con ellos
un aliciente adicional, un hijo de casi un año.
Papá Toral, como lo llamábamos
los que nos criamos a su sombra, y Doña Josefa, cariñosamente Doña Pepa,
crearon una gran familia: Rosario –Chayo-, Pablo –Pao-, Esther, Pelayo, Manuel
–Manolín-, Bejamín –Min- y Mercedes –Miky-.
El Destino de estas dos familias
quedaría unido por el matrimonio, aún y cuando por la cercanía de sus negocios,
y la de sus hijos, estaban unidas por la amistad de Pao y Nozin, y así con el
resto de la familia, pues todos vivían en la misma manzana y compartían las
mismas vivencias, y desde arriba, imponiendo la disciplina del trabajo, muchas
veces impuesta con el ejemplo, los padres.
El libro va desgranando las
vivencias, y las inquietudes, de ambas familias, y los pasos personales de
Nozin y Miky; su educación, sus aficiones, su actitud política frente a la
dictadura, en una Barahona, que aunque tenía rasgos de modernidad, no dejaba de
ser una aldea. Capítulo tras capítulo: El Destino. Los Inicios, y así por
treinta exposiciones más, en las que cabe destacar la tenacidad de un hombre
que vivió y sintió, y contagió, la necesidad de servir, más que de servirse.
Nozin fue una persona cultivada,
de las de antes, de las que la lectura es para ampliar sus conocimientos y su
cultura, y esa formación fue la que lo elevó por encima de muchos de sus
compañeros médicos. Yo tenía la confusión en cuanto a una anécdota ocurrida con
el Dr. Jiménez Díaz, que está reflejada en uno de los capítulos del libro. Y mi
confusión era con la poesía que recitaba el Dr. Jiménez Díaz cuando pasada
revista en una de las salas de la clínica. Él recitaba “Varón”, de Gabriel y
Galán. Al Dr. como que se le olvidó parte de la poesía al llegar frente a Nozin,
y éste, sin ningún tipo de corte, la continuó. Eso le ganó el aprecio del
insigne médico español.
(¡Me jiedin los hombris
Que son medio jembras!
Cien vecis te ije
que no se lo dieras,
que al chiquitín lo jacían marica
las gentis aquellas.
Ahora ya lo vide, y a mí no me
mandis
más vecis que güelva.
Te largas tú a velo,
que pue que no creas
que tu cuerpo ha parío aquel
mozu,
ni que lo cebasti con tu lechi
mesma,
ni que tiene metía en la entraña
sangri de mis venas…-la poesía
sigue-)
En la zona de Cuatro Caminos, en
Madrid, asistí con Nozin a la editora Espasa Calpe, donde quería –y adquirió-
su famosa Enciclopedia –creo que ahora está en UNIBE-. Al salir de la editora,
nos metimos en una cafetería a desayunar y ahí hablamos sobre múltiples temas,
de historia, de la familia, del país y de poesía.
Años después, le pregunté sobre
la anécdota con el Dr. Jiménez Díaz y sobre la poesía, pues yo creía que era la
de Santos Chocano, “Los caballos de los conquistadores”:
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Sus pescuezos eran finos y sus
ancas
relucientes y sus cascos
musicales
Pero era la otra referida.
Hace años, Nozin quiso formar la
“Casa de la Cultura” de Barahona, y recuerdo que durante una cena del Club
Rotario, en el Hotel Guarocuya, propuso que la “Casa” se instale en lo que
entonces era el Teatro Unión, donde está ahora ofendiendo la historia cultural
de Barahona, una compañía de comunicaciones. Doña Ercilia donó condicionado, el
Teatro del que Nozin decía era “el centro cultural más grande del Sur”, no por
su tamaño, sino por los aportes y actividades que se desarrollaron en su
escenario. (Sobre El Unión escribí hace años un artículo que contiene
parte de sus actividades).
Quiero decir, que cuando
derribaron el “Teatro”, le pedí a papá que hablara con Pipito Lagares para que
me regalara una tabla –un clavó- del frente, y que la dividiera en pedazos para
ser a su vez regalados a unos amigos, entre ellos estaba Nozin, Jotin Cury,
Cabito Gautreaux y otros más, amigos de mi época de adolescente. Yo aún tengo
el mío, en un lugar destacado de mi biblioteca, como recuerdo imborrable del
Unión.
Hay una referencia de un paseo a
Las Barías. Recuerdo que yo iba en el carro de Nozin, junto con José Antonio,
Eduardo Iparraguirre (primera persona que oí hablar Esperanto), y no recuerdo
quien más. Lo cierto es que en la distancia se veía una enorme roca en la
carretera, y José Antonio advirtió que tuviese cuidado. No sé qué pasó, pero lo
cierto es que al pasarle por encima, chocó con los bajos del carro y creo que
le rompió el cran o algo así. Don Eduardo se quedó vigilando el carro y José
Antonio fue a Barahona a buscar ayuda. A Nozin y a mí nos recogió otro vehículo
y nos llevó a Las Barías.
Otro de los recuerdos imborrables,
sucedió en la noche vieja/año nuevo de 1965, en el piso del General Mola, donde
fuimos a cenar y despedir el año, papá, mamá, Pilar y yo. Antes de la cena,
Nozin dice que nos tiene una sorpresa para la cena, y cuando vamos a empezar a
cenar, pide permiso, se retira un momento y aparece después con dos aguacates.
Aquello fue el despelote de risa y alegría.
Después de cenar, estuvimos
esperando la entrada del año y brindamos por las buenas venturas para el nuevo
año. Realmente no sé quién empezó (lo más probable que Nozin), a cantar: “No
hay tierra tan hermosa como la mía”. Puedo decirles hoy, tantos años después,
que me emociono y se me engranuja la piel. Recuerdo a todos, cantando y
llorando, inclusive a papá, así mismo, papá, cantando y con los lagrimones…
Hay un capítulo que puede resumir
todo lo que fue Nozin: El Visionario. Y es que él fue eso, un visionario. Dice
Miky: “Nozin fue un emprendedor nato, que como todos los emprendedores,
necesitaba que algún interés energizara los motores de sus quehacer”. “Como
buen filántropo, ese interés siempre estuvo orientado, más hacia el bien común,
que hacia el beneficio económico, y es por eso que sus dos grandes
emprendimientos retratan claramente sus dos grandes intereses: la medicina y la
educación”.
Ahí están, para constatar, el
Hospital de la Diabetes y UNIBE (formé parte inicial de su Fundación). El
primero refleja su preocupación por las personas y lo segundo, por su
“capacidad de penetrar en un pensamiento más allá del presente”.
El capítulo titulado “El ser
humano”, puede resumir lo que era Nozin: “¿Quién era él? Un privilegiado,
porque soñaba y soñaba. ¿Con qué?, con el mar, con sus oleajes y sus múltiples
colores, con el vuelo de los pájaros –recuerdo en la casa del batey al lado del
hospital, una mata grande llena de chinchilines y, me decía, con esa vehemencia
propia, agarrándome con la mano derecha y los dedos reteniéndome por la camisa
y su rostro sobre el mío, así como la zorra y el cuervo, cuidado con tirarle
piedras-, con un bello atardecer o amanecer –esos inigualables amaneceres de
Barahona-, con la música, las flores, un libro, el baile, la poesía, las
montañas, un manjar, una amistad, los ríos, los árboles, las frutas, una noche
de luna, un cielo estrellado… Todo le apasionaba, sentía vivir intensamente, y
me atrevo hoy a decir que él percibía a Dios en cada una de esas cosas.
Nozin escribió poesía, entre las
que quiero destacar dos.
“Punta del Curro”
Desde lejos pareces un gigante
dormido
entre aguas azules. ¡Más no
duermes jamás!
Quizás piense en la reina, que en
un tiempo ya ido
arribará a sus costas, con olas
del mar.
Es la Punta del Curro, que por
años guardara
de lotero, el tesoro grandioso y
singular.
El eterno vigía de Barahona
lejana
que sus hijos ausentes no han
podido olvidar.
“Al Final del camino”
Voy llegando pausado al final del
camino.
Las penas y los triunfos van
quedando detrás.
A veces he tratado de cambiar mi
destino
y la vida y la muerte he jugado
al compás.
No importan los mediocres que han
lanzado sus gritos
ni la negra miseria de la
envidia,
al pasar he dejado sembrado el
camino con hitos
que aquellos que yo he amado, no
podrán olvidar.
Me ha llenado el amor por los
humanos.
Con su fuerza brutal ninguno de
los Amos
ha podido jamás mi espíritu
inclinar.
Si empezara otra vida, sé que
haría lo mismo
que en esta vida he hecho, y al
llegar al Abismo
estaría tranquilo, sin reír…ni
llorar
Quiero felicitar a Miky por esta
descarga de amor y por recordarnos que Nozin vive en cada uno de los que, de
múltiples formas, formamos parte de esta historia de tenacidad, amor al
prójimo, pero sobre todo, amor por la vida.
*El autor es catedrático universitario.-
Mercedes Toral de Hazoury, Miky,
escribe “Sentir de mis Recuerdos”, que es, más que una narración, un relato de
sentimientos compartidos con el que fuera su esposo, Dr. Jorge Abraham Hazoury
Bahlés, y que es mejor decir, Nozin Hazoury, o simplemente, Nozin.
La vida de Nozin y Miky, está
ligada al sentimiento más preciado del ser humano, el AMOR. Yo diría que el
destino unió a estos seres humanos, como queda patente desde el inicio del
libro, en la construcción de sus destinos.
La emigración de los padres de Nozin, Don Abraham y Doña Bajilli,
desde su Miniara, en el entonces Líbano turco, hasta una tierra tan lejana como
Barahona, y los de Miky, Don Benjamín Toral desde Cabuérniga, en su Cántabro
Santander, y después de una travesía por Puerto Rico, hasta Barahona, donde se
uniría en matrimonio con Doña Josefa Cavallo, descendiente de los Cavallo
ligados a la producción de café.
Don Bejamín, Don Abraham y Doña
Bajilli, traían en sus alforjas los sueños que todo emigrante lleva consigo
como ruta necesaria para progresar, en el caso del matrimonio, venía con ellos
un aliciente adicional, un hijo de casi un año.
Papá Toral, como lo llamábamos
los que nos criamos a su sombra, y Doña Josefa, cariñosamente Doña Pepa,
crearon una gran familia: Rosario –Chayo-, Pablo –Pao-, Esther, Pelayo, Manuel
–Manolín-, Bejamín –Min- y Mercedes –Miky-.
El Destino de estas dos familias
quedaría unido por el matrimonio, aún y cuando por la cercanía de sus negocios,
y la de sus hijos, estaban unidas por la amistad de Pao y Nozin, y así con el
resto de la familia, pues todos vivían en la misma manzana y compartían las
mismas vivencias, y desde arriba, imponiendo la disciplina del trabajo, muchas
veces impuesta con el ejemplo, los padres.
El libro va desgranando las
vivencias, y las inquietudes, de ambas familias, y los pasos personales de
Nozin y Miky; su educación, sus aficiones, su actitud política frente a la
dictadura, en una Barahona, que aunque tenía rasgos de modernidad, no dejaba de
ser una aldea. Capítulo tras capítulo: El Destino. Los Inicios, y así por
treinta exposiciones más, en las que cabe destacar la tenacidad de un hombre
que vivió y sintió, y contagió, la necesidad de servir, más que de servirse.
Nozin fue una persona cultivada,
de las de antes, de las que la lectura es para ampliar sus conocimientos y su
cultura, y esa formación fue la que lo elevó por encima de muchos de sus
compañeros médicos. Yo tenía la confusión en cuanto a una anécdota ocurrida con
el Dr. Jiménez Díaz, que está reflejada en uno de los capítulos del libro. Y mi
confusión era con la poesía que recitaba el Dr. Jiménez Díaz cuando pasada
revista en una de las salas de la clínica. Él recitaba “Varón”, de Gabriel y
Galán. Al Dr. como que se le olvidó parte de la poesía al llegar frente a
Nozin, y éste, sin ningún tipo de corte, la continuó. Eso le ganó el aprecio
del insigne médico español.
(¡Me jiedin los hombris
Que son medio jembras!
Cien vecis te ije
que no se lo dieras,
que al chiquitín lo jacían marica
las gentis aquellas.
Ahora ya lo vide, y a mí no me
mandis
más vecis que güelva.
Te largas tú a velo,
que pue que no creas
que tu cuerpo ha parío aquel
mozu,
ni que lo cebasti con tu lechi
mesma,
ni que tiene metía en la entraña
sangri de mis venas…-la poesía
sigue-)
En la zona de Cuatro Caminos, en
Madrid, asistí con Nozin a la editora Espasa Calpe, donde quería –y adquirió-
su famosa Enciclopedia –creo que ahora está en UNIBE-. Al salir de la editora,
nos metimos en una cafetería a desayunar y ahí hablamos sobre múltiples temas,
de historia, de la familia, del país y de poesía.
Años después, le pregunté sobre
la anécdota con el Dr. Jiménez Díaz y sobre la poesía, pues yo creía que era la
de Santos Chocano, “Los caballos de los conquistadores”:
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Sus pescuezos eran finos y sus
ancas
relucientes y sus cascos
musicales
Pero era la otra referida.
Hace años, Nozin quiso formar la
“Casa de la Cultura” de Barahona, y recuerdo que durante una cena del Club
Rotario, en el Hotel Guarocuya, propuso que la “Casa” se instale en lo que
entonces era el Teatro Unión, donde está ahora ofendiendo la historia cultural
de Barahona, una compañía de comunicaciones. Doña Ercilia donó condicionado, el
Teatro del que Nozin decía era “el centro cultural más grande del Sur”, no por
su tamaño, sino por los aportes y actividades que se desarrollaron en su
escenario. (Sobre El Unión escribí hace años un artículo que contiene
parte de sus actividades).
Quiero decir, que cuando
derribaron el “Teatro”, le pedí a papá que hablara con Pipito Lagares para que
me regalara una tabla –un clavó- del frente, y que la dividiera en pedazos para
ser a su vez regalados a unos amigos, entre ellos estaba Nozin, Jotin Cury,
Cabito Gautreaux y otros más, amigos de mi época de adolescente. Yo aún tengo
el mío, en un lugar destacado de mi biblioteca, como recuerdo imborrable del
Unión.
Hay una referencia de un paseo a
Las Barías. Recuerdo que yo iba en el carro de Nozin, junto con José Antonio,
Eduardo Iparraguirre (primera persona que oí hablar Esperanto), y no recuerdo
quien más. Lo cierto es que en la distancia se veía una enorme roca en la
carretera, y José Antonio advirtió que tuviese cuidado. No sé qué pasó, pero lo
cierto es que al pasarle por encima, chocó con los bajos del carro y creo que
le rompió el cran o algo así. Don Eduardo se quedó vigilando el carro y José
Antonio fue a Barahona a buscar ayuda. A Nozin y a mí nos recogió otro vehículo
y nos llevó a Las Barías.
Otro de los recuerdos
imborrables, sucedió en la noche vieja/año nuevo de 1965, en el piso del
General Mola, donde fuimos a cenar y despedir el año, papá, mamá, Pilar y yo.
Antes de la cena, Nozin dice que nos tiene una sorpresa para la cena, y cuando
vamos a empezar a cenar, pide permiso, se retira un momento y aparece después
con dos aguacates. Aquello fue el despelote de risa y alegría.
Después de cenar, estuvimos
esperando la entrada del año y brindamos por las buenas venturas para el nuevo
año. Realmente no sé quién empezó (lo más probable que Nozin), a cantar: “No
hay tierra tan hermosa como la mía”. Puedo decirles hoy, tantos años después,
que me emociono y se me engranuja la piel. Recuerdo a todos, cantando y
llorando, inclusive a papá, así mismo, papá, cantando y con los lagrimones…
Hay un capítulo que puede resumir
todo lo que fue Nozin: El Visionario. Y es que él fue eso, un visionario. Dice
Miky: “Nozin fue un emprendedor nato, que como todos los emprendedores,
necesitaba que algún interés energizara los motores de sus quehacer”. “Como
buen filántropo, ese interés siempre estuvo orientado, más hacia el bien común,
que hacia el beneficio económico, y es por eso que sus dos grandes
emprendimientos retratan claramente sus dos grandes intereses: la medicina y la
educación”.
Ahí están, para constatar, el
Hospital de la Diabetes y UNIBE (formé parte inicial de su Fundación). El
primero refleja su preocupación por las personas y lo segundo, por su
“capacidad de penetrar en un pensamiento más allá del presente”.
El capítulo titulado “El ser
humano”, puede resumir lo que era Nozin: “¿Quién era él? Un privilegiado,
porque soñaba y soñaba. ¿Con qué?, con el mar, con sus oleajes y sus múltiples
colores, con el vuelo de los pájaros –recuerdo en la casa del batey al lado del
hospital, una mata grande llena de chinchilines y, me decía, con esa vehemencia
propia, agarrándome con la mano derecha y los dedos reteniéndome por la camisa
y su rostro sobre el mío, así como la zorra y el cuervo, cuidado con tirarle piedras-,
con un bello atardecer o amanecer –esos inigualables amaneceres de Barahona-,
con la música, las flores, un libro, el baile, la poesía, las montañas, un
manjar, una amistad, los ríos, los árboles, las frutas, una noche de luna, un
cielo estrellado… Todo le apasionaba, sentía vivir intensamente, y me atrevo
hoy a decir que él percibía a Dios en cada una de esas cosas.
Nozin escribió poesía, entre las
que quiero destacar dos.
“Punta del Curro”
Desde lejos pareces un gigante
dormido
entre aguas azules. ¡Más no
duermes jamás!
Quizás piense en la reina, que en
un tiempo ya ido
arribará a sus costas, con olas
del mar.
Es la Punta del Curro, que por
años guardara
de lotero, el tesoro grandioso y
singular.
El eterno vigía de Barahona lejana
que sus hijos ausentes no han
podido olvidar.
“Al Final del camino”
Voy llegando pausado al final del
camino.
Las penas y los triunfos van
quedando detrás.
A veces he tratado de cambiar mi
destino
y la vida y la muerte he jugado
al compás.
No importan los mediocres que han
lanzado sus gritos
ni la negra miseria de la
envidia,
al pasar he dejado sembrado el
camino con hitos
que aquellos que yo he amado, no
podrán olvidar.
Me ha llenado el amor por los
humanos.
Con su fuerza brutal ninguno de
los Amos
ha podido jamás mi espíritu
inclinar.
Si empezara otra vida, sé que
haría lo mismo
que en esta vida he hecho, y al
llegar al Abismo
estaría tranquilo, sin reír…ni
llorar
Quiero felicitar a Miky por esta
descarga de amor y por recordarnos que Nozin vive en cada uno de los que, de
múltiples formas, formamos parte de esta historia de tenacidad, amor al
prójimo, pero sobre todo, amor por la vida.
*El autor es catedrático
universitario.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario
La Caracola agradece su disposición de contribuir con sus comentarios positivos, siempre basados en el respeto a los demás y en la ética de la comunicación popular.