13 de julio de 2016

Leonel Fernández: el Lugar Donde no Está

Por Rosario Espinal
Desde el año 2012, y la semana pasada también, Leonel Fernández aparece públicamente como el político derrotado. Las decisiones del Comité Político del PLD y el despliegue en los medios de comunicación se encargan de así mostrarlo.
Con 12 años en la presidencia, Leonel Fernández se convirtió en el Joaquín Balaguer del post-balaguerismo. 
Instruido, amante de la lectura y de oratoria fluida, Fernández se constituyó en el relevo de los tres grandes caudillos del post-trujillismo, sin que apareciera competencia por gran tiempo.
Se erigió como líder indiscutible del PLD, y su gran colaborador de siempre, Danilo Medina, no tuvo chance de reemplazarlo antes de que Leonel Fernández colocara su propia traba en la Constitución de 2010 para volver en el 2016. Es decir, Leonel tuvo que irse en 2012 para aspirar a volver.
En uno de esos giros inesperados de la vida, desde 2012, Leonel Fernández ha sido desdichado. A los años de éxitos (1996-2012) han seguido los de fracasos.
Este giro negativo tiene una explicación sencilla: el caudillismo es fuerte y endémico en República Dominicana.
Con tres presidencias en su aval, lo normal en cualquier país con una democracia institucionalizada es que el jefe de gobierno se retire de la política electoral al finalizar su mandato. Así debió hacer Leonel Fernández en 2012; no quedarse merodeando como hizo. Al no retirarse, se quedó en el lugar donde no debía estar, y se convirtió en el blanco de ataque.
Al llegar al poder, Danilo Medina necesitaba construir su propio liderazgo, y para eso, usó a Leonel Fernández de referente negativo. Además, todos los aspirantes presidenciales del PLD vieron en Fernández su mayor obstáculo para el 2016.
En estilo y algunas políticas públicas, Danilo Medina hizo lo opuesto de Fernández. El 4% del PIB para la educación y las visitas sorpresas son ilustrativas. Y para lograr la reelección, el danilismo se empleó a fondo en disminuir aún más la figura de Leonel Fernández, precisamente porque seguía aspirando.
Aplastado con la decisión del Comité Político en abril de 2015 de apoyar una repostulación de Danilo Medina, luego la mayoría congresional que cambió la Constitución, y posteriormente con el triunfo electoral de Medina sobre 60%, no es de sorprender que las decisiones del Comité Político sigan beneficiando a Medina. Y ante cada espectáculo que pinta derrota de Leonel, los medios de comunicación realzan la pela.
La lección principal del affaire Danilo-Leonel es que en este país, los ex presidentes deben aprender a retirarse de la política electoral cuando cumplen sus mandatos. Leonel Fernández debió hacerlo en el 2012, Hipólito Mejía en el 2004 y Danilo Medina debe hacerlo en el 2020.
Tanto el danilismo como el leonelismo deben comenzar a ubicar posibles sucesores para las próximas elecciones, porque ninguno de ellos debe ser candidato. Entre los dos habrán gobernado 20 años, y hay muchos aspirantes en el PLD esperando.
Cuando los líderes políticos en este país aprendan a resistirse a la tentación caudillista, el país habrá dado un paso importante hacia la institucionalidad democrática.
La política necesita renovación y la democracia se crece cuando se logra esa renovación. Por eso, repito, ni Leonel, ni Hipólito, ni Danilo deben repostularse más, independientemente de sus méritos o desméritos.

Que contribuyan a guiar sus partidos por mejores senderos, que sean miembros vitalicios del máximo organismo de dirección en sus partidos, que opinen sobre los grandes temas nacionales, o que sirvan de mediadores ante conflictos. Pero que no vuelvan a repostularse. Ninguno es imprescindible como bien ha demostrado la historia reciente. Hay que renovar.

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