Un chin de aquí, un chin de allá
Por Carlos Darío Sousa S.*
Julio C. Heredia nos hace un relato costumbrista de lo que
publicaba en su “muro de Facebook” y obligado por sus seguidores a plasmarlo en
un libro, -Charleston, USA, 2015- que me he leído con verdadero encanto y he
disfrutado como si lo hubiese vivido directamente.
Heredia se ha encargado de recopilar esas historias que lo
han acompañado durante años, vividos y referidos, y que forman parte de las
tradiciones orales, vividas o referidas, de nuestras comunidades y que son
fuente inagotable de la imaginación y del hacer diario de la sociedad.
De niño, oía a mi abuela hablar del “Alpalgatar”, que luego
decía que le habían cambiado el nombre por “Vicente Noble”. Ya entrando en los
años 60, recorrí sus polvorientas calles, cuando acompañaba a Pao Toral y a
Félix Martín Veiga, y no estoy seguro que el Vargas –el gustanini- al que le
gané 5.00 pesos (no pagados) por matar un pájaro con un tirapiedras -a que se
refiere-, sea el mismo que también estaba en el grupo desarrollista, que
trabajaban en el desarrollo de una finca, en la, ahora, entrada de la ciudad,
muchos años antes de que variaran la entrada por el nuevo cruce.
El libro es un gran homenaje a su ciudad y a sus
tradiciones, y es la única forma posible de que se mantengan, aunque hace
tiempo han dejado de practicarse, aún la nueva moda de los bailes y del vestir,
y la lasitud en las costumbres, se manifiestan en diferentes vertientes por las
comunicaciones y la emigración a latitudes con costumbres diferentes , y a
pesar de los guetos en que vivimos, no superamos la influencia del lar nativo.
Por supuesto, regresamos con el acento del país en que
vivimos –trabajamos- el resto del año, para imponer –revelar- nuestro nuevo status, con Euros o con
Dólares, -las otras monedas son na- cuando cumplimos el ritual de regresar a
“gozar” unas vacaciones, o para “ver” a los hijos que han quedado al cuidado de
algún familiar.
Del Prólogo –escrito por Inés Escudero R.- tomamos lo
siguiente: “Y es así como se recrea,
haciendo una retrospectiva del ciclo vital, contando esas vidas vividas con
encanto y sencillez que caracterizan todo un pueblo, su pueblo. Historias heroicas,
de amor y desamor, culinarias, desavenencias sociales y económicas. De vivencias
significativas y con muchos significados, de esas que cualquier persona
dominicana puede recordar y añorar con tan solo leer este libro…”
Y de la introducción, lo siguiente: “Espero que ustedes puedan adentrarse a convivir de cerca con la
entretención propia del dominicano de campo. El estilo en que suele expresar
aquellas situaciones embarazosas que nos hacen reír, y en el peor de los casos,
llorar pero de alegría. Vean ustedes mismos el retrato encuadrado de experiencias
con las cuales crecimos de pequeños; panoramas delicados, que por más que nos llamasen a
silenciarlos, los digeríamos con gritos sin importar que un pueblo entero se
enterara”.
A Heredia y sus Coterráneos que alimentan ese flujo de
información, sólo le pido una cosa, que siga en eso, que es una forma
inteligente de recuperar la memoria histórica de su Vicente Noble. Me queda una
duda y es aquella que decía que en los entierros de algún coterráneo abrían la
caja antes de entrar en el cementerio, para ver si estaba ahí…
*El autor es catedrático universitario.-
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