4 de julio de 2016

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARíO (Lunes 4 de julio, 2016)

Un chin de aquí, un chin de allá

Por Carlos Darío Sousa S.*

Julio C. Heredia nos hace un relato costumbrista de lo que publicaba en su “muro de Facebook” y obligado por sus seguidores a plasmarlo en un libro, -Charleston, USA, 2015- que me he leído con verdadero encanto y he disfrutado como si lo hubiese vivido directamente.

Heredia se ha encargado de recopilar esas historias que lo han acompañado durante años, vividos y referidos, y que forman parte de las tradiciones orales, vividas o referidas, de nuestras comunidades y que son fuente inagotable de la imaginación y del hacer diario de la sociedad.

En poco más de cien relatos –cortos- hace un recorrido por todas esas historias, anécdotas, vivencias, rumores públicos, conversaciones en empalizadas de vecinas, en barrios, en calles unas veces polvorientas, en galerías, en escuelas, en esas aulas donde profesores ilustres y queridos encauzaban esa juventud hacia un objetivo de una sociedad mejor.

De niño, oía a mi abuela hablar del “Alpalgatar”, que luego decía que le habían cambiado el nombre por “Vicente Noble”. Ya entrando en los años 60, recorrí sus polvorientas calles, cuando acompañaba a Pao Toral y a Félix Martín Veiga, y no estoy seguro que el Vargas –el gustanini- al que le gané 5.00 pesos (no pagados) por matar un pájaro con un tirapiedras -a que se refiere-, sea el mismo que también estaba en el grupo desarrollista, que trabajaban en el desarrollo de una finca, en la, ahora, entrada de la ciudad, muchos años antes de que variaran la entrada por el nuevo cruce.

El libro es un gran homenaje a su ciudad y a sus tradiciones, y es la única forma posible de que se mantengan, aunque hace tiempo han dejado de practicarse, aún la nueva moda de los bailes y del vestir, y la lasitud en las costumbres, se manifiestan en diferentes vertientes por las comunicaciones y la emigración a latitudes con costumbres diferentes , y a pesar de los guetos en que vivimos, no superamos la influencia del lar nativo.

Por supuesto, regresamos con el acento del país en que vivimos –trabajamos- el resto del año, para imponer –revelar-  nuestro nuevo status, con Euros o con Dólares, -las otras monedas son na- cuando cumplimos el ritual de regresar a “gozar” unas vacaciones, o para “ver” a los hijos que han quedado al cuidado de algún familiar.

Del Prólogo –escrito por Inés Escudero R.- tomamos lo siguiente: “Y es así como se recrea, haciendo una retrospectiva del ciclo vital, contando esas vidas vividas con encanto y sencillez que caracterizan todo un pueblo, su pueblo. Historias heroicas, de amor y desamor, culinarias, desavenencias sociales y económicas. De vivencias significativas y con muchos significados, de esas que cualquier persona dominicana puede recordar y añorar con tan solo leer este libro…”

Y de la introducción, lo siguiente: “Espero que ustedes puedan adentrarse a convivir de cerca con la entretención propia del dominicano de campo. El estilo en que suele expresar aquellas situaciones embarazosas que nos hacen reír, y en el peor de los casos, llorar pero de alegría. Vean ustedes mismos el retrato encuadrado de experiencias con las cuales crecimos de pequeños; panoramas  delicados, que por más que nos llamasen a silenciarlos, los digeríamos con gritos sin importar que un pueblo entero se enterara”.


A Heredia y sus Coterráneos que alimentan ese flujo de información, sólo le pido una cosa, que siga en eso, que es una forma inteligente de recuperar la memoria histórica de su Vicente Noble. Me queda una duda y es aquella que decía que en los entierros de algún coterráneo abrían la caja antes de entrar en el cementerio, para ver si estaba ahí…

*El autor es catedrático universitario.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La Caracola agradece su disposición de contribuir con sus comentarios positivos, siempre basados en el respeto a los demás y en la ética de la comunicación popular.