3 de abril de 2016

EXPRESIONES

Sequía y desperdicio
PorTomás Aquino Méndez
tomas.mendez@listindiario.com
Sequía y desperdicio
No es una contradicción.
Es nuestra realidad. El suroeste ha entrado una vez más en período de sequía.
A pesar de eso, cientos de galones de agua se desperdician.
Pero, ¿cómo se bota lo que no se tiene? Otra vez los productores de Tamayo, Uvilla y Vicente Noble. El Peñón, Cabral y otras comunidades suroestanas están sedientos. Sus productos le reclaman agua y los canales no le ofrecen
el líquido. Algunos aseguran que existe una “injusta” distribución.
Residentes en la zona dicen que se está usando “el embudo” para repartir el agua que deriva del Yaque del Sur, después de la presa de Sabana Yegua. Indican que el Consorcio Azucarero Central se lleva más del 80% del recurso hídrico existente. El restante 20% tienen que dividírselo cientos de agricultores de la zona.
Pero, a esa queja de los productores yo agregaría el gran “desperdicio” de ese importante recurso natural.
Son miles o millones los galones de agua que cada año el Yaque del Sur y sus afluentes llevan al Mar Caribe.
Razones. Primero: la falta de la presa de Monte Grande, que sería el gran almacén que necesitamos los hombres y mujeres del suroeste. Segundo: la falta de planificación de parte de las autoridades responsables de canalizar las aguas hacia las áreas donde verdaderamente se necesitan.
Hemos hablado hasta la saciedad en los últimos 20 años de la urgente necesidad de construir Monte Grande.
Con esta presa se garantizaría la incorporación a la producción de más de 400 mil tareas, se tendría agua potable para el acueducto regional, se generaría más electricidad y tendríamos más espacio para futuro turístico de la región.
Las autoridades que hemos tenido en ese período han asumido como cierto lo que hemos planteado. Se han comprometido con este proyecto.
Se han dado picazos y se han realizado obras colaterales, pero la conclusión del proyecto, no llega.
Es tiempo de que MONTE GRANDE sea una realidad.
No podemos esperar más. La pasividad de quienes habitamos el suroeste no significa que no conozcamos otros métodos para reclamar. Y, como decía mi abuelo Enrique: “Lo más difícil de contener es un hombre pacífico inconforme y embravecido”.

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