Paros hospitalarios inoportunos
Si no hubiese habido alerta por el zika, era sufi ciente con que el país registrara el año pasado más de 100 muertes por dengue, un peligro que aún no cesa porque el mosquito que lo causa es también vector de la chikungunya y el mismo zika, para que en ningún momento juguemos a la paralización de los servicios hospitalarios, por más legítimas que sean las demandas de los médicos y enfermeras.
Hay maneras y vías para que el Colegio Médico Dominicano haga saber a la mayoría del pueblo dominicano lo que percibe en cuanto al deterioro físico de hospitales o las insufi cientes condiciones para el internamiento y tratamiento de los pacientes, sin pretender dimensionar esas realidades mediante paros que, al fi nal de cuentas, terminan generando el rechazo y la desaprobación de la ciudadanía.
Es lo que está ocurriendo ahora. La ciudadanía está atenta a lo que le depara la presencia del zika en el país. Carga algo de trauma por las muertes del dengue y acude masivamente a los hospitales, como únicos espacios donde podrían encontrar remedios a sus padecimientos.
¿Si de repente le cierran las puertas de los hospitales, de quién será la culpa de las consecuencias que tales paros pudieran ocasionar en esos ciudadanos enfermos? Lo mismo aplica para los casos de emergencias por accidentes de tránsito, riñas personales u otros sucesos y para los partos en las maternidades.
En vista de que el pliego de demandas es muy amplio, dos o tres huelgas no tendrían la virtud mágica de satisfacerlas. Lo que procede es que, en un ambiente de respeto mutuo, pero también de pragmatismo, las partes se reúnan y discutan estas propuestas y la viabilidad real que tienen de ser complacidas.
Pero por la fuerza, a pura coerción, no saldremos al mejor camino. Porque por el medio están millares de dominicanos que no se merecen ser desatendidos en los hospitales por culpa de huelgas de inspiración gremial, más que nada.
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