Oda del Manglar Durmiente
Por Carlos Darío Sousa S.*
He disfrutado con la lectura
de tu “ODA DEL MANGLAR DURMIENTE”, y lo que sigue son mis reflexiones sobre
este importante trabajo:
Mientras muchos de nosotros
corríamos tras el último detalle de la cena de navidad, estrujabas tu cerebro y de él saltaban
imágenes multicolores, de verde unas y otras de azul de mar y de cielo, de
marrón y marfil, de peces huidizos y de
olas saltarinas, que
venían a revolotear sobre las playas cargadas de sal, de encajes y arena, con su rutina de
incansables siglos arrullando manglares legendarios, conectados a la prehistoria
donde no existían las letras y probablemente la palabra, pero sí sonidos que nos hablan en la longitud, ¿no dices algunas
veces larguenza?, del tiempo, de sus saberes de la vida, más allá de nuestra
propia conciencia de ser viviente: ellos, nos recuerdan, que estaban antes que
nosotros.
Mientras muchos libábamos y
probablemente pensábamos en cenar, sobre la vieja Olivetti tus dedos recorrían
sus teclas, marcándonos el alma con un repiquetear, ¿una forja? de sueños, donde
nos decías que “soy el habitante esencial de tus viveros de raíces que atan los
puntos cardinales de la tierra”, y nos decías así que ellos no están solos en el
mundo, que hay alguien y con ese alguien algunos, que le rinde homenaje a la
vida. Amas los Mangles milenarios como amas la vida.
Escribes un 24 de Diciembre,
justamente previo al nacimiento de Jesús. Y esos Mangles tan habladores ellos, nos van diciendo lo que es la vida, la de como aquél que lo llamamos en horas
inciertas en nuestro amparo, en protección de nuestras vidas, nos dicen que son
vida. Y tú, ese 24 de Diciembre, certificas en tus vivencias de mundos sublimes, de encajes de palabras lúcidas, como es la vida y tu amor por esa vida inconmensurable
de rey de la flora del cielo, donde ubicamos las musas y el amor.
Sí, Adbraham, esa “Oda del
Manglar Durmiente” debe despertar, y lo hará para decirnos cuán importante es
la vida “como si Dios nunca hubiera dejado de llamarse Eloim”, allí a la orilla
de los mares donde recalan las aves migratorias, donde “las hicoteas del sueño nos acarician los pies” y
nos despiertan al alma de los vuelos
literarios, “como una amante embarazada” después de años de ruegos.
Sí, Adbraham, eres como el
Manglar poderoso, porque estás cargado de sueños y estás posado como un
habitante esencial de la palabra sobre estas tierras o costas ¡qué más da!, a
veces tan apacible y a veces tan violenta, pero que nos ayudas a crear estos
sueños, estos pensamientos, imágenes y saberes, con raíces y lazos fuertes como
el amor a la vida. Como estos Manglares que nos dicen, nos dictan, como los
maestros de antes, el camino de la vida que es
el futuro, y ellos estan concientes de su papel como por siglos de
creación nos vienen dando ese dictado distante y cercano. Ellos son Manglares “dormidos
en las orillas del ancho mar” de esta Quisqueya, que en conciencia despierta
para protegerlos por mandato de la vida, como ellos despiertan para atar con
sus raíces la tierra.
*El autor es catedrático universitario.-
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