El Golpe de Estado Permanente (2 de 2)
Por Carlos Darío Sousa S.*
“Pero una dictadura no puede, sin contradecirse, y por tanto
sin destruirse, faltar a su lógica interna, consistente en someter a su ley a
los hombres y a las cosas, en concentrar las actividades, las necesidades, las
pasiones en el objetivo que ella determine, así como magnificar la persona del
jefe, omnipotente, padre y maestro, guía y juez, principio y símbolo,
movilizando en su exclusivo servicio los viejos mitos que embaucan a los
pueblos con ilusión de equívocos renacimientos”.
“Quizá se cree lo suficientemente fuerte como para escapar
al proceso que él mismo ha puesto en marcha. Quizá piense que no habrá
dictadura al no haber dictador, ya que él se niega a desempeñar ese papel.
“Esta concepción, propia del romanticismo, de una sociedad
política a merced del capricho de un solo hombre”; “sus cantos a la planificación, tienen el
regusto de los cumplidos de compromiso. Su diplomacia se complace recomponiendo
Europa según los moldes de Westfalia. Sus audacias sociales no van más allá del
ensayo de Luis Napoleón Bonaparte: “Ensayo sobre la extinción del pauperismo”.
Mucho decorado de cartón piedra.
“La docilidad que muestran ante el jefe del Estado se debe,
sin duda, más a la convicción que tiene de su propia incapacidad que a un
profundo sentimiento de agradecimiento. En cualquier caso le corresponde una
gran parte de culpa en el desprestigio actual del Parlamento”.
“La V República tiene sus grandes jueces: uno, el Consejo
Constitucional, que protege al Estado contra sí mismo; otro, el Consejo de
Estado, que protege a los ciudadanos contra el Estado. ¿Cómo hablar, pues, de
omnipotencia? En mi refutación de este argumento no me detendrá demasiado en el
análisis del primero de estos grandes jueces, es decir, del Tribunal
Constitucional, que ha realizado la proeza de lograr añadir aún más descrédito
a las actuales instituciones. Tribunal Supremo de pacotilla, corona irrisoria
de una irrisoria democracia. Creado para dar respuesta a la necesidad de hacer
respetar al legislador los límites de una esfera de atribuciones y de poner fin
a la confusión de competencias entre los poderes legislativo y reglamentario,
no ha conseguido nunca servir sino para chico de recados del mandatario.
El título III: Hacia un sistema dictatorial
Tiene catorce apartados, del que podemos destacar lo
siguiente: “Y es que cuando no se tiene más legitimidad que el simple hecho de
disponer del poder, no hay lugar a dudas: la justicia debe evaporarse, y, dejar
de proceder del pueblo para no emanar sino de aquel que gobierna. Del mismo
modo que cuenta éste con sus policías y soldados, debe disponer también de
jueces propios”.
“Un régimen autoritario y personal se ve obligado a tejer en
torno a su jefe una tupida red protectora. Su existencia se ve regida, de modo
total, las reglas del género a que pertenece. Aun suponiendo que quisiera
dárselas de liberal, no podría otorgar sino libertades medidas y vigiladas,
pues de obrar de otro modo correría a su perdición. Tal es la fuerza de
libertad que, para contenerla cuando empieza a sentirse a disgusto, no cabe
sino privarla de aire. El dictador que descuidase esta precaución echaría por
tierra todas sus posibilidades de duración. Esta es la razón por la que,
invariablemente, los reyes de discutible entronización, los emperadores
fortuitos, los hombres providenciales suelen emprender un proceso que termina
rápidamente derivando en la supresión de la libertad de expresión, en la
indicación a la justicia de cuáles han de ser sus sentencias y en el
reclutamiento de una guardia pretoriana particular”.
“Una vez hecho esto, si disponen de una margen de seguridad
suficiente, que les permita por algún tiempo reinar sin tener que recurrir a la
represión, se envanecen de comportarse como un monarca ilustrado que vela por
la felicidad pública, e invitan a sus pueblos, así como a las naciones
extranjeras, a maravillarse de ello”.
Conclusión
“Entre golpe y golpe de Estado, pretende construir un
Estado, sin comprender que lo único que ha conseguido ha sido consagrar la
aventura”. “Cuando un hombre se ha apoderado de Francia…la minoría que aún
resiste necesita conocer el alcance del envite”. “El golpe de Estado va pegado
a la piel de sus autores. Los argumentos utilizados para justificar la subida
al poder legitima por adelantado la competición por su sucesión”.
“Porque un dictador sólo encuentra un competidor de su talla
cuando el pueblo recoge el desafío. Imaginar que un dictador sólo tiene
sanguinarios apetitos y no ama sino el terror, sería tonto. Pero lo que sí sabe
es que, si abandona o descuida los medios de poder, se hunde. Necesita su
policía, su justicia, su oficina de propaganda, sus armas de seducción y de
represión. Sabe que sin ellas el día menos pensado el pueblo saldrá de su
sopor, se alzará…”. “Aun cuando él piense que no ha oprimido a los ciudadanos, que
no ha violado las leyes, que no ha ofendido las costumbres, que ha favorecido
el progreso, que ha ayudado a las artes, el grito que hasta él legará, será el
grito de venganza. Se extrañará que así sea. Quizá incluso piense que es
víctima de una injusticia. Quizá llegue incluso a preferir la muerte a lo que
se parece como una ingratitud”.
“Pero lo que no comprenderá es lo que no puede comprender:
que el ejercicio del poder por una sola persona, aun cuando viniere consagrado
temporalmente por el consentimiento general, insulta al común de los ciudadanos;
que el abuso no reside en el uso que de su poder ha hecho, sino en la
naturaleza misma de ese poder”.
“Al régimen envejecido que se esfuerza por perpetuar una
sociedad agonizante pueden oponer la fecunda promesa de un mundo nuevo, donde
la ley, sabia y valiente, hará del pueblo su propio dueño. Tiene de su parte la
libertad y la justicia. Y si se atreven a ello, tendrán también la esperanza.
El libro de Mitterrand es una lección que debemos tener
presente, y es que los seres humanos siempre estamos dispuestos a pretender
tener más Poder que el que una auténtica democracia nos da, muchas veces con la
errada idea de que somos elegidos para permanecer gobernando hasta el final de
nuestros días.
*El autor es catedrático universitario.-
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