13 de septiembre de 2015

EXPRESIONES

Una mano amiga
Por Tomás Aquino Méndez
El paso de un huracán por el país siempre deja huellas imborrables. Penosamente cada fenómeno de la naturaleza que afecta directamente tierra dominicana deja una secuela de daños directos a cientos de familias.
Cientos de productores que pierden sus cosechas. Familias que se quedan sin casas. Parientes que son arrastrados por las aguas y no son rescatados y otros que mueren ahogados en diferentes
circunstancias, y en ocasiones pierden familiares producto de las aguas o los vientos. Un aspecto lamentable y triste de esto es la cantidad de familias que se quedan sin hogar.
  
Todavía al día de hoy cientos de familias que fueron afectadas por el huracán David en 1979, viven amontonados en barracones “improvisados” de forma ¿temporal? con la promesa de que serían trasladados a lugares seguros en corto tiempo.
Generaciones que han nacido, crecido y se han multiplicado en esos lugares inhabitables. De esas familias encontramos en Santo Domingo, en Azua, en San Juan y otros puntos del país. Otros huracanes también han dejado sus montones de desamparados.
¿Por qué a pesar del paso del tiempo y las promesas, estos dominicanos viven amontonados?
Desde 1979 a la fecha, han sido muchos los proyectos habitacionales construidos por el Gobierno. Muchos de estos se levantaron a nombre de los damnificados, pero las llaves nunca llegaron a sus manos.
Hoy, a solicitud de familias refugiadas en la zona de Los Alcarrizos y San Juan, expreso, elevo mi voz en estas Expresiones, para pedir atención para estas familias.
Yo agrego otros que han sido golpeados por fenómenos más recientes como George o las tormentas Olga y Federico. Muchos aún esperan la mano solidaria de las autoridades, ojalá no llegue demasiado tarde.

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