15 de junio de 2015

LECTURAS Y VIVENCIAS DE CARLOS DARÍO

De Tebaidas en Tebaidas

Por Carlos Darío Sousa S.

Leyendo el libro de Vicente López Soto “Diccionario de Autores, Obras y Personajes de la Literatura Griega”, Ed. Juventud, Barcelona, 1984, me encontré con un personaje del que en otras épocas había oído hablar de su anécdota con Platón, pero no así del título de su libro y de las circunstancias, como se diría ahora, de la puesta en circulación, que en aquél entonces era, digamos, puesta de lectura o de conocimiento.

Resulta y viene a ser que ANTÍMACO, del que dícese que fue el último poeta épico, que vivió en el siglo IV a. de C., o sea, en la época Ateniense. Que era natural de Claros, ciudad de Jonia, próxima a Colofón, y del que Quintiliano aprecia de su pluma el vigor, la gravedad y buen estilo.

Platón lo tenía en alta estima, a pesar de
ser un crítico pertinaz de los aedas, y en aserto de eso, podemos citar aquí lo que Cicerón dice: “No podría el mismo Demóstenes decir lo que cuentan de Antímaco, poeta de Claros (Colofón), el cual, como leyese delante de un auditorio invitado por él, aquel gran volumen, y como todos le hubiesen abandonado en su lectura a excepción de Platón, del que dice la anécdota, fue el único que pudo soportar su lectura, dijo: “leeré, no obstante, pues Platón sólo, vale para mí como mil”.

Ese largo poema épico, que según la historia, constaba de 24 libros, y del que sólo quedan fragmentos, se llamaba nada más y nada menos que TEBAIDA.

Yo quiero aventurar (¿no es la vida en sí misma una aventura?), de que otro autor, esta vez coterráneo, (y no precisamente contemporáneo nuestro, aunque coincidamos con diferencias abismales de edad sobre este mundo, y aún sobre el País), de que el contenido y las circunstancias que originan uno y otro en el tiempo, pudiesen ser similares.

En el segundo caso me refiero a la TEBAIDA LÍRICA de Joaquín Balaguer R., en la que según su contenido, o al menos en una parte de él, asoma ver “un profundo desprecio por aquellos que dejaron sólo al imberbe escritor el grupo de pachecos”, y que aquí como allá, en la historia, también tuvo su Platón, en la persona de Vicente Tolentino, que quizá para el poeta en ciernes, vale por mil.

El joven Balaguer publicó en el diario La información de Santiago de los Caballeros, el viernes 8 de junio de 1923, un artículo bajo el titular de “Paréntesis”, en el que dice, entre otras cosas: “Abro un paréntesis para llenarlo de odio y gratitud. Odio a los que en plazas y corrillos me combatieron acerbamente; odio a los poetas afeminados que envidian la virilidad de mi arte; odio a los consagrados que no han querido tenderle la mano al jovenzuelo imberbe que los abruma con su orgullo y, odio, finalmente, a todos los Pachecos que, no atreviéndose a combatirme con la pluma, se encogieron de hombros cuando vieron al mozuelo audaz cruzar tras la apolínea caravana.

Y entre el rebaño de intelectuales imbéciles y de escritores verdaderos, gratitud solamente para aquellos que al aparecer mi Claros de Luna, me tendieron la mano como hermano menor.

César Tolentino fue el primero que me saludó como a un compañero nóvel, acogiendo en las columnas de La Información los partos de mi fantasía y a él es al primero y, quizás al último, que pueda agradecer algo; porque aún tengo el orgullo de ser en nuestro medio árido, como una planta rara que necesita para vivir, de la savia de su arte y del aire que respira en la atmósfera de sus sueños. Por eso pongo entre el zarzal de odios una sola gratitud.

Yo aborrezco al ambiente en que me ha tocado nacer, pero aborrezco más a los intelectuales (con muy pocas excepciones), con quienes he tenido la mala suerte de codearme. (Mi Tebaida Lírica molestará a muchos (yo gozo molestando), y algunos borricos rebuznarán (yo gozo oyendo rebuznar), en la estéril sabana de las letras.

Pero yo, como el poeta Adán Aguilar, a todos los espero para combatirlos. “uno a uno como caballeros, a todos juntos como malandrines”.

En ese mismo diario aparece un artículo titulado “Joaquín Balaguer”, no tiene fecha pero que aparece junto al Paréntesis en fecha Martes 20 de Diciembre de 1988, en la columna “60 años atrás”.

Por su contenido e importancia histórica voy a reproducirlo in extenso:

“El imberbe muchacho nos ha sorprendido agradablemente con la publicación de su tercer libro, cuando nos preparábamos para festejarlo y alentarlo por la aparición de “Claros de Luna”, su segundo libro de versos. Y nos vamos a dar prisa en este regocijo de amigos, antes de que nos caiga encima con su baño de “Agua Fuerte” que nos trae anunciando con el respaldo de este “Tebaida Lírica”.

Este imberbe muchacho de pantalones cortos, de sonrisa de niño, de caminar tranquilo, de peinado hotentote como las niñas de moda, de hablar pausado de timidices de novia, un poco huraño, pero serio y fuerte, jovial y sincero, nos inquieta a todos con su portentosa fe cundida de su mente, con la solidez de sus juicios, con la laboriosidad de su temperamento firmemente intelectual, a los 17 años.

Estudiante de tercer año de la Normal Teórica, redactor literario de “La Información”, lector incansable, polilla de bibliotecas públicas, corresponsal cumplido con sus relaciones, culto, pulcro, nacionalista de la “pura y simple”, poeta a la manera de los grandes que fueron artistas de la vida aristocrática en el verso y, en sus modales. La bohemia astrosa, el aguardiente y el tabaco, el garito, el burdel, la taberna y la parranda, no son de su ambiente, no manchan su marfilino temperamento de artista del renacimiento. Pudo vivir en la corte de los Médices, sin la tragedia que se colorea con la sangre y palidecía con la muerte, pero que era sublima en el amor a la Belleza.

Balaguer, sin embargo, guarda una afilada daga florentina para el que osare profanar la pureza de sus sentimientos que venera en el santuario de sus ideales poéticos. En el linar de su libro nuevo, trae esta hoja afilada que corta sin compasión; pero la altivez apolínea, derrama también el perfume del afecto que La Información recoge como una de las tantas rosas que ha visto desprenderse con cariño de sus rosales interiores”.

Pero hay más Tebaidas, incluso una ciudad colombiana lleva ese nombre, como es “La Tebaida de Publio Papinio Estacio” y que está traducida por Juan de Arjona en el nada cercano finales del siglo XVI, y que usted puede conseguir en Internet como está entrecomillado, precedido de un análisis del texto de Peri-Enric Barreda de la Universidad de Barcelona.

Todas esas Tebaidas son diferentes, incluyendo la colombiana, pero en cada una se refleja, se deja constancia del quehacer literario de los humanos, y en el que los sentimientos difieren tanto como los objetivos que se plantean.

Por cierto y último, Tebaida viene de Tebas, la ciudad del Alto Egipto, y significa también, soledad y desierto… 

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