Por Carlos J. Vidal Lassis
La efervescencia de las candidaturas
políticas, desde la mas ínfima hasta la presidencial, se está colocando en punto
de ebullición, aunque no todo el contenido de esa gran paila tiene la calidad y
la capacidad para cocinarse (ser elegido) y ocupar un espacio en el plato
nacional.
En
cada rincón de nuestra nación muchos y muchas
se presentan como mansas ovejitas y encantadoras sonrisas para encantar
a aquellos que creen y confían que ellos (los votantes) también van a resolver
su problema, gracias a que ese o esa que le ofrece unos espejitos que brillan
con diversos colores, le favorecerán cuando ganen, a pesar de que por dentro dichos candidatos
piensan que todavía tratan con los indios.
La
posibilidad de que solamente aquellos que puedan y quieran rendir un servicio a
la nación, en cualquier posición que sea, con eficiencia, efectividad y
honestidad, además, que mantengan su humildad y recuerden constantemente sus
orígenes, así como su obligación moral de respetar a los demás ciudadanos,
repito, esa posibilidad solamente se la puede dar al pueblo, el mismo pueblo.
¿Cómo
se da esa posibilidad?
Se
da cuando al ejercer su derecho al voto, elije a aquellos candidatos que han
sido capaces de escuchar sus necesidades, en cada sector de su comarca, paraje,
municipio, barrio, sindicato, junta de vecino, grupos profesionales, etc.
Se
da cuando expresa, ya conocidas las necesidades del área social-geográfica para
quienes ofrecen sus candidaturas, los planes concretos de lo que harán en su
gestión, que incluyan el por qué y el cómo, de ser posible, quienes serian los
responsables de implementar esos planes. Y que se asegure que dichos planes
estén alineados con los planes de desarrollo ya existentes, si es que existen.
Se
da cuando el candidato ha demostrado en su actividad profesional u ocupaciones
anteriores el tipo de trabajo que puede hacer, su capacidad personal al hacerlo
y la capacidad creadora puesta en acción al ejercer sus funciones cualquiera
que estas sean.
También
se da esa posibilidad cuando al candidato le adornan claros rasgos de
inteligencia, actitud de servicio, accesibilidad social, y siempre es bueno
saber de dónde viene, con quiénes siempre anda y quiénes le rodean. De manera
que el votante pueda tener algún sentido de confianza de que esa persona podría
desempeñarse como manda la ley del Estado y de Dios, o al menos los principios
y valores morales que sustenta nuestra sociedad.
De
manera que en la paila solo puedan cocinarse aquellos que califican con esos
criterios o indicadores de calidad humana, social, política y profesional, y que
al final se sirva el mejor plato nacional para la mejor digestión de desarrollo
económico y humano en nuestra nación.
¡Buen
Provecho!
Puede ver otros artículos del autor en
cjvidallassis worldpress.com
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