Por Roberto Dominici
Están ocurriendo cambios importantes en América Latina. Por
un tiempo, los errores cometidos por gobiernos de ideas progresistas le dieron
fuerza a los políticos de ideas y prácticas de derecha y aliados del gran
capital, capitaneados por los Estados Unidos.
A Lula en Brasil, lo acusaron de corrupción en el caso
Odebrecht para evitar que volviera a ser presidente de su país, pues tenía
popularidad para ganar en la Primera Vuelta. A Nicolás Maduro en Venezuela, le han hecho las
mil diabluras para desacreditarlo y dificultarle la operatividad en lo
económico y en las relaciones internas y externas.
En
Chile, un país muy conservador políticamente, la población se cansó de un
presidente que no ha resuelto ningún problema de importancia, y por tanto se ha
tirado a las calles para que la clase gobernante sepa, que si bien las empresas
son suyas, la población no tiene dueño, y menos los trabajadores y los
estudiantes que usan el metro como principal medio de transporte. Y es que
Chile es un país larguísimo, donde el tren es el medio de transporte
fundamental para la población.
En
Argentina, ha perdido la ultraderecha, y ha ganado la oposición, donde Cristina
Kirchner, acusada de corrupción en su anterior gestión como Presidente, ahora
será la Vicepresidente de Alberto Fernández, quien ganó las elecciones sin
ningún cuestionamiento.
Y de
último, en Colombia, Claudia López, una mujer no convencional, no del sistema,
acaba de ganar las elecciones municipales de su capital, Bogotá, inscrita por
dos agrupaciones políticas no comprometidas con el gran capital, como son el
Polo Democrático y Alianza Verde.
Esas
elecciones municipales le han dicho a los sectores más reaccionarios de Colombia, que si bien tienen mucha fuerza, la esperanza ha crecido en los
sectores populares y de clase media, y seguirá creciendo cada día más hasta que
se entienda que “si siguen apretando la tuerca, se podrá dañar la rosca”.
¿A
propósito de las próximas elecciones en nuestro país, aprenderemos de Colombia?
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