Muchas veces con mentiras. Otras con medias verdades. A veces con verdades absolutas, los políticos de América Latina han sido involucrados en diversos escándalos. Pero, como nadie aprende en cabeza ajena, las actitudes siguen repitiéndose en distintas naciones y con modalidades similares.
Es como si pensaran que lo que sucedió a su antecesor no se repetirá con ellos. Muchos que han ocupado posiciones públicas, desde simples cargos en instituciones, senadurías, diputaciones, alcaldías, hasta la
presidencia de la República, han tenido que sentarse en el banquillo de los acusados. Otros han huído a otros países, pasando de la comodidad a la carencia. Los más trágicos han recurrido al suicidio, tratando de borrar el oscuro pasado.
La condena a 58 años de cárcel de la exprimera dama de Honduras, por un Tribunal de Tegucigalpa, es el más reciente ejemplo de cómo se puede bajar de la gloria al infierno en poco tiempo. De estar en la cima de la vida institucional en su país, la señora Rosa Elena Bonilla, pasa a ocupar, tal vez por el resto de su vida, una pequeña e incómoda celda. Se le acusa de apropiación indebida de recursos y fraude. Ignoro si cometió los hechos.
No sé cuál fue el comportamiento de la señora Bonilla mientras fue funcionaria. Lo cierto es que la sentencia existe. Aquí son muchos los que se elevan tanto al llegar a una posición pública, que no me sorprendería si un día la justicia se decide a URGAR en su conducta y sus finanzas.
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