Gobierno, Estado, Justicia, fuerzas del
orden y el Desarrollo Nacional (1)
Por Rafael Matos Fèliz
En los últimos 25 años, la República
Dominicana ha sido sacudida de manera constante, por escándalos que involucran
al Gobierno, al Estado todo y en especial a la justicia y a las fuerzas del orden.
Pero en los últimos años, al parecer, se dispararon todos los resortes que
contenían los frenos del desorden institucional.
Recordamos que al finalizar la “dictadura
ilustrada de Balaguer”, se comentaba de los más de 300 millonarios creados bajo
la sombra y
protección del gobierno y Estado. Se hablaba de corrupción por
doquier, asesinatos de opositores políticos y de jóvenes con ideas progresistas
o revolucionarias; persecuciones y abusos al por mayor y al detalle, en fin, se
hablaba de una cadena de oprobios, de nunca acabar.
Al finalizar el siglo XX y entrar el
presente siglo XXI, hubo un aparente aletargamiento de esa secuela de
iniquidades. Pero en el fondo, realmente se cocían las nuevas formas de depredar
a la nación y al país. Vino lo que se llamó, de manera eufemística, “la Reforma
de las Empresas del Estado”, que en realidad era la venta, a precios de vaca
muerta, del patrimonio estatal a empresarios, muchos de ellos amarrados por
lazos no muy claros a los gobernantes de turno.
Aparecieron los “empresarios” y
delincuentes del narcotráfico, ligados a los gobernantes y como regla de su
comportamiento, todos ellos se alían a los partidos gobernantes o a los líderes
de partidos mayoritarios. Les ofrecen “ayudas” de financiamiento en las
campañas electorales. También amplían sus bases de apoyo hacia los estamentos
militares y policiales. Reparten canonjías y así la alianza entre ellos, se
hace indisoluble.
Con este marco, los delincuentes de toda
laya, se hacen poderosos bajo el manto de la protección estatal. De ahí
devienen todo tipo de violaciones. Se atropella, se abusa, se delinque, se
asesina y en los linderos de los delincuentes, no pasa nada. Solo se oye el
clamor de las personas afectadas y de la población, que es la desamparada y a
la que no se le presta ninguna protección, y sin embargo es la población la que
paga o a la cual se le sacan los sueldos, los lujos, los vehículos y casi todo
lo que reciben como beneficio en su “quehacer oficial”, los que protegen a los
delincuentes.
La delincuencia estatal ha llegado a tal
límite, que personas con medidas de coerción por abusos, son liberados en lo
que canta un gallo y más tarde, esos “liberados” asesinan a las personas de las
cuales abusaron y por las cuales les impusieron la medida de coerción. Se
conoce de “presos” que salen a realizar “tareas” contra ciudadanos y si algo
falla, son asesinados para que no se descubra quienes los liberaron y les
dieron órdenes de hacer los nuevos actos delictivos.
Vemos también como ninguna de nuestras
leyes se cumple, para beneficio institucional y seguridad ciudadana, y por el
contrario, se violan impunemente por aquellos que tienen la responsabilidad de
respetarlas y hacerlas cumplir: así ocurre en Medio Ambiente, en el Ministerio
Pùblico, en el Congreso, en la construcción de las obras de infraestructuras,
casos en las Altas Cortes, en la DNCD (bautizada ahora como Dirección de Colocación
de Drogas), fiscales corruptos, jueces venales, policías y militares al
servicio del delito, etc., etc.
A lo que antes se le llamaba coima, boroneo
o indelicadeza y que ocurría comúnmente en niveles bajos y medios del Estado, ahora
se le llama soborno y súper corrupción y se habla de miles de millones de pesos
y dólares, y ocurre en todas las esferas del Estado. Mientras eso ocurre, la
miseria, la inseguridad y la insalubridad, cubren a la colectividad completa. No
hay agua, no hay electricidad, no hay salud, los centros hospitalarios carecen
de presupuesto adecuado y de medicinas y andar por las calles, e incluso estar
en su propia casa, es el mayor peligro actual.
Frente a ese cuadro tétrico de la vida del
dominicano que trabaja y desempeña su vida bajo la honestidad y el temor, se
desdibuja un escenario de “país maravilloso”, como gran falacia en la boca de
los que son beneficiarios de este estado de cosas.
Seguiremos entre las patas de los caballos,
Rafael Matos Féliz
Por el Desarrollo Sostenible
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