El descuido de los complejos deportivos
¡Ay de aquel gobierno que no cumpliera con este mandato!
Parecía ya un compromiso inevitable que a cada provincia le tocara ser sede porque eso representaba una excepcional fuente de empleos y, además, le garantizaba las mejores obras para casi todas las disciplinas deportivas que se practican usualmente en el país.
Con el paso del tiempo, los juegos se fueron espaciando. ¿Las razones? Probablemente porque resultaban demasiado costosas las obras demandadas. O porque, una vez construidas, quedaban al abandono hasta su completa inutilidad.
Es lo que ha ocurrido con la mayoría de ellas. Con la agravante de que ahora los gobiernos no parecen muy entusiasmados a remodelarlas o recuperarlas y hacerlas útiles, ni mucho menos a meterse en compromisos de semejante envergadura.
El resultado final es que, por descuido, por falta de mantenimiento o desinterés, la mayor parte de los complejos deportivos del país se ha convertido en ruinas, en un patético ejemplo de nuestra inveterada costumbre de no cuidar los bienes públicos como se debe, por falta de dolientes.
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