24 de julio de 2017

Supermán

Por Freddy Ginebra

Resultado de imagen para SupermanDesde niño fue mi muñequito favorito. Superman resolvía todos los problemas y salvaba a quien estuviera en peligro. Me encantaba verle transformarse de Clark Kent, casi siempre en una cabina telefónica, en mi superhéroe. Muchos de mis compañeros de barrio querían ser personajes más reales, médicos, abogados, bomberos y hasta políticos. Yo no le decía a nadie mi secreto, pero
lo mío era defender a mi país y los míos, entrar a una cabina y convertirme en Supermán.

No fue sino hasta hoy, que Beatriz, mi bella editora, me llamó con urgencia para que escribiera un artículo para el Día del Padre, que caí en la cuenta de que ese ser especial, defensor de aquellos que estaban en peligro o necesitaban ayuda, siempre estuvo cerca de mí, pero no me había percatado.

Superman había estado a mi lado siempre. El Superman que me decía "no te preocupes hijo que eso lo resolveremos"; el Superman que cuando quise dar un viaje, sin decirme nada, me llevó de paseo al aeropuerto y me subió a un avión; el Superman que una noche llegó a mi casa en ropa interior porque la había toda a un amigo necesitado; el Superman que una tarde descubrió cerca de su finquita, que los niños no tenían una escuela y, sin pensarlo dos veces, edificó una. El Superman que era capaz de quedarse sin nada y repartir lo poco o mucho que tuviera sin esperar nada.

Han pasado los años, mi Superman desapareció, como desaparecen los superhéroes, sin dejar más huellas que las que sembró con su ejemplo en mi corazón. Una herencia que nadie puede igualar, me dejó una actitud frente a la vida y un desprendimiento que en mi ya largo caminar, me ha llenado de satsifacciones.

Soy accidentalmente abogado, pasé 5 años en la UASD y obtuve un diploma que decía "Doctor en Derecho". Nunca me lo creí y decidí seguir otro camino. El día de mi graduación, mi papá, orgulloso, me acompañó. Miro hacia atrás y me veo metido en una turba de nuevos profesionales esperando escuchar mi nombre para subir al escenario y, de manos del rector, recibir el tan esperado diploma. No estoy nervioso, sé que una vez complacido el padre, torceré mi camino y así adentrarme en la aventura de mi vida. Tengo 22 años, hace un calor tremendo, me molesta la toga, me pesa el birrete y el rabito que cuelga me da ganas de estornudar.

Pronuncian mi nombre, me levanto, subo, el rector me sonríe, mi papá no cabe en sí, orgulloso de tener un hijo profesional. Bajamos, y un joven con mi mismo disfraz nos espera.

-Tú eres Freddy Ginebra, verdad?

-Sí -le digo, tendiéndole la mano.

-Me puedes presentar a tu papá, por favor? -dice emocionado.

-Claro, Cuál es tu nombre?

Me lo dice y se lo presento. Mi papá lo mira sin conocerlo.

-Perdone -emocionado el joven agarrándole fuertemente la mano-, yo soy la persona que usted, durante 5 años dejó un sobrecito con dinero en una tienda del Conde para que pudiera estudiar. hoy me gradúo gracias a usted. Nunca sabré cómo pagarle.

Y dicho esto, atisbé a ver en sus ojos un brillo muy especial, producido por contenidas lágrimas.

Mi papá lo abrazó y lo felicitó. Entonces, sin que yo me diera cuenta, comenzó a volar muy alto, tan alto que no pude contener la emoción de este Superman que no se cansaba de ayudar a todos los que podía y que no esperaba nada más que la satisfacción de haber hecho todo el bien que pudiera a su paso. Algunas noches lo busco entre las estrellas...y lo encuentro dentro de mi.

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