Desde que comienzan a instalarse los “bombillitos” y las avenidas se llenan de charamicos y decoraciones, llega al ambiente el espíritu de la Navidad. Se respira un aire distinto. Sobresale un ambiente de fiesta y solidaridad. Este año, el identificarse más con el prójimo sobresale por los acontecimientos de las provincias del Norte, Noroeste y Nordeste. En esas comunidades, la naturaleza ha dejado sentir su furia, golpeando a la agricultura, la ganadería, las estructuras viales y carreteras. Estamos ante una necesaria y obligatoria solidaridad con los residentes en esa zona azotada por lluvias, desbordamientos de ríos, arroyos y derrumbes, que dejaron sin casa, sin ajuares y sin sustento a cientos de dominicanos.
Pero muchos nos preguntamos, si esto es motivo suficiente para privar de la alegría a toda una nación y dar la imagen de un país en bancarrota. Además, ¿por qué privar de la alegría a millones de dominicanos que residen en otros lugares no afectados por estos fenómenos?
Escuché hace unos días a la primera dama, Cándida Montilla, llamar a los artistas a llevar su canto y solidaridad a las zonas afectadas. Les pidió ayudar a esos hermanos a recobrar su amor por la vida. Una postura que creo correcta. Esos artistas no solo deben llevar su mano solidaria, sino también su música, su humor y su canto a los refugios y a los espacios públicos donde se puedan concentrar estas familias, para recordarles que la vida continúa y que no se pierda la esperanza. Pienso que la decisión de opacar y entristecer las navidades, suspendiendo fiestas y encuentros navideños en empresas e instituciones, no es correcta. No la comparto, porque creo que no ayuda a las familias afectadas a recuperarse y retomar su vida. En medio de las precariedades de amigos y familiares, el deber de los demás es ayudarlos a entender que la vida sigue y no se termina con la pérdida de las cosas materiales. La Navidad se vive una sola vez cada año. Es una temporada distinta.
En lo que si apoyamos a las autoridades es en las medidas extremas de seguridad para proteger al ciudadano. Comparto que más agentes vayan a las calles para frenar la delincuencia. Aunque, debemos entender que somos los principales “agentes” de nuestra protección. No hacer ostentación de lo poco que tenemos, cuidarnos al caminar por lugares solitarios, escoger los vehículos que abordamos, proteger nuestras casas y ser “desconfiados”.
Es tiempo de Navidad, de solidaridad y de una mayor seguridad. En constreñimiento hemos vivido todo el tiempo. Pobreza, hay y habrá toda la vida, por eso no pueden privarnos de tener un respiro en estos últimos días del año. Que nos dejen vivir un poco la alegría, en medio de la solidaridad.
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