Historia de la Cultura Universal IV
Principio de los ámbitos o círculos culturales
Por Carlos Darío Sousa S.*
Estos “círculos culturales” o “principios de los
ámbitos” fueron expuestos por Leo Frobenius, llamado “La voz de África”, en su
obra fundamental “El origen de las culturas africanas” y en la que introduce un
nuevo enfoque científico en etnología: el estudio de los “círculos culturales”.
Entre 1850 y 1950 se produjo un encendido debate en
torno a la forma en que cabía explicar la uniformidad y la diversidad cultural
apreciable entre diferentes pueblos del mundo.
Lewis Morgan, llamó a esas fases necesarias y
sucesivas “salvajismo, barbarie y civilización”, en una línea evolutiva que iba
desde los pueblos primitivos a la sofisticada cultura occidental, planteadas en
el contexto de la lucha entre “Evolucionismo y Difusionismo”.
El geógrafo alemán Friedrich Ratzel habla del
proceso, que llama difusión, por el cual
unos rasgos culturales se transfieren de una sociedad a otra. Las vías a través
de las cuales puede producirse esa transmisión, son los contactos directos o
indirectos: las grandes migraciones humanas, la guerra y la conquista, la
aculturación, el comercio, los préstamos culturales o las imitaciones.
Siguiendo la pista de tales intercambios culturales, los difusionistas buscaban
desentrañar la historia de los “pueblos sin historia”, conceptuados
peyorativamente así, por no contar con registros documentales.
Frobenius recibió las ideas difusionistas a las que
da un paso gigantesco introduciendo un nuevo enfoque científico en etnología:
el estudio de los círculos culturales.
Si disponemos de una serie de mapas de África,
tomamos dos, en uno marcamos con una sombra de color todos los lugares donde se
conservan los granos en silos o cavernas. En otro mapa, marcamos los lugares
donde guardan los granos en un hórreo o palafito. En otros dos mapas señalamos
los puntos donde el lecho no se halla sobre
la tierra, por el contrario, elevado sobre estacas o pies de madera. En otro,
los sitios donde las familias siguen por herencia materna o paterna, y así
sucesivamente, cuando se refiere a la vida material o moral de los pueblos
africanos.
Al terminar nuestro trabajo, nos encontramos con un resultado
sorprendente. Los sitios marcados no se hallan repartidos al azar. Los lugares
donde se usan los silos forman una zona compacta y los lugares donde se utiliza
el hórreo, otra. Pero, más todavía, donde la herencia es maternal, forman
también una región cerrada y esta coincide exactamente con la de los silos.
En resumen, descubrimos lo siguiente: en cada región
existe un repertorio integro de formas culturales –desde el utensilio,
religión, lenguas, etnias- exclusivo de ella. En consecuencia, cada producto
humano –material, moral- tiene una misteriosa afinidad con todo un sistema de
ellos. Y sólo aparece, normalmente, junto con los demás.
Por supuesto, pueden darse coincidencias producto
del azar. Pero si en Nigeria, en tierras YORUBAS, nos encontramos con una
edificación, una religión, un sistema burocrático, un modo de atar la cuerda al
arco y una técnica para fabricar las cuentas de vidrio –idénticas a las que
hacían los etruscos- y en general al de las costas del Mediterráneo –no puede
atribuirse al azar. Si en lugar de un dato único de conciencia, tomamos
complejos culturales, y mejor aún, culturas íntegras, lo fortuito queda
eliminado. Una cultura entera no se transmite de pueblo a pueblo. Nace en una
región y es expandida por quien la creó. En el ejemplo antes citado, se trata
de una cultura colonial. La transmitieron 16 siglos a.n.e., por vía marítima
del Mediterráneo al golfo de Guinea. Se trata en suma de una típica
transferencia cultural y que llega a esas costas producto de circunstancias
especiales, como pudo haber sido el comercio marítimo.
*El autor es catedrático universitario.-
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