20 de julio de 2016

Nuestro Duarte

Néstor Medrano
Es cierto que cada período histórico debe ser estudiado, analizado, e incluso entendido, con los criterios de comprensión de su contexto, y del marco de referencia de las corrientes ideológicas y políticas predominantes en un determinado interregno. También es cierto que las luchas políticas y, sobre todo, las luchas por el poder, siempre se llevan de encuentro y sin escrúpulos los idealismos, el romanticismo de la concepción del estado ideal de bienestar y los sectarismos, que de tanto aferrarse, inclinan la balanza hacia el desequilibrio.
Con relación a nuestras luchas patrióticas referidas a la Independencia Nacional, la Restauración de la República y otros episodios que fueron fundamentales para articular lo que después descollaría como la identidad de un pueblo soberano, existieron miles de controversias entre historiadores del pasado, que nunca se pusieron de acuerdo sobre aspectos primordiales, que encorsetaron a unos hombres de paradigmáticos, lanzaron el lodo del repudio contra otros y confrontaron a líderes como Juan Pablo Duarte y Francisco del Rosario Sánchez.
Muchos se han preguntado si Juan Pablo Duarte es el verdadero fundador de la República. ¿No lo desmerita el hecho de haber salido del país, huyendo de la persecución de los haitianos de la ocupación para preservar su vida, abandonando en la lucha a Francisco del Rosario Sánchez? ¿Pudo consolidar Juan Pablo Duarte el hecho material de la República Dominicana, o lo hicieron Sánchez y Matías Ramón Mella en la Puerta de la Misericordia, aquel 27 de Febrero en el que retumbó el trabucazo así reconocido por la tradición histórica?  ¿Por qué el protagonismo inicial de Tomás Bobadilla, quien estuvo la noche gloriosa del trabuco, y cuyo objetivo era desligarse del ideal trinitario para luego pujar por un protectorado?
Son discusiones enconadas, incluso, que se han derramado en intensas controversias y que han cuestionado la existencia de tres padres de la Patria, con la subterránea crítica de los errores cometidos por Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella, al acometer ciertas acciones que pusieron en tela de juicio su pureza patriótica contradictoria y adversa a los principios y criterios de Juan Pablo Duarte, de quien historiadores y comentaristas han atribuido una falta de carácter que debilita su rastro innegable como fundador de la República Dominicana. Las revisiones históricas de este período del nacimiento de la República y los 30 años que permaneció Duarte en Venezuela, deben ser auscultados más allá de lo inmaculado a lo humano.
Sobre Juan Pablo Duarte ha habido una fuerte corriente histórica de detractores, que nunca entendieron que su infranqueble compromiso fue siempre con la liberación de su patria sojuzgada y la creencia en la autodeterminación para dirigir sus propios procesos. De Duarte se dudó de su arrojo y de la valentía que siempre expresó. Para nadie es un secreto que no era de cobardes conspirar contra una nación extraña socavando los cimientos, la cultura y el espíritu unitario de sus compatriotas.  Lo cierto es que más allá de los hechos oscuros, las luces y sombras que se forjaron sobre su vida, como ser humano que fue, los historiadores dominicanos nunca han buscado esa verdad.

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