Por Hidalgo
Rocha Reyes*
Los avances
científicos a través de la historia han sido innumerables en muchas
materias. Desde la tecnología, que ha descollado en muchos aspectos, pasando
por las ciencias médicas, la arquitectura, la ingeniera y la agricultura, con
nuevas y novedosas técnicas de cultivos, los científicos de estas materias le
han dado un giro al mundo para una sobrevivencia humana más cómoda.
Dentro de
estas ciencias podríamos mencionar las ciencias que tienen que ver con el
comportamiento humano. Es difícil todavía para ellas poder demostrar que se ha
avanzado en la determinación del origen del comportamiento del hombre en sus
diferentes espacios.
Mucho se ha
escrito sobre el tema. Científicos, ensayistas y expositores, en
contradicciones continuas, presentan lo que ellos entienden originan algunos
pensares de hombre frente a los escenarios que les toca vivir. Y más cuando
intervienen la envidia, la pobreza económica y mental, y el egoísmo.
Estos
factores han dado agua a beber a los científicos de las ciencias de la conducta
humana, históricamente. Desde los tiempos antes de Cristo, tenemos estos factores
ovulando, transformándose y desarrollándose en los espacios, independientemente
de la clase social a que pertenezca el individuo, pero más que todo, encuentran invernadero en la clase pobre, donde llegan al extremo de dejar su cascarón, aprovechando los avances de la
ciencia de la comunicación para que el mundo vea y sepa de su existencia.
Han sido
muchos los que han entendido, que la pobreza en sí no es un elemento de determinación de la conducta del
hombre, pero vista de la experiencia que a diario uno vive como parte de ese
núcleo social, soy de los que me atrevo afirmar, que más que determinante, es
intrínseco de la misma. Solo hay que ver
ejemplo vivido para afirmarlo.
Desde que
cualquier pobre, acostumbrado a coger fíao en el colmado del barrio, pagando tardío
y a quien hay que mandarle par de mandaos para que vaya a pagar su cuenta, y este consigue un trabajito y va a comprar
al supermercado, a quien más le molesta
es a su vecino, que inmediatamente lo fustiga con improperios con los demás
vecinos. Si te preparaste y estudiaste,
ejerce una de las más novedosas
profesiones que es la de relacionarte, cultivar amistad sincera, fiel a los
sectores donde te desenvuelves y avanzas, eres inmediatamente punto de
flechazos de la pobreza mental y económica que no permite que uno de sus hijos suba un peldaño.
El pobre
quiere ver a sus iguales arrastrándose más abajo de ellos y más cuando este
está sujeto a soporte transitorio, como lo son los trabajos bajo dependencias.
Su egoísmo, sus intereses y su pobreza, nublan su razón a no ver que lo que
sustenta a ese individuo tiene fecha de vencimiento.
La pobreza
mental y económica, el egoísmo y la
envidia del pobre, llegan al extremo de
denigrar al individuo que ha sacado la cabeza del barrio, utilizando
instrumentos bajos y asqueantes, como si éste, para lograr sus objetivos
utilizara algún medio que le afectara. No soporta ver su crecimiento, no le
interesa que alguien pueda decir que salió como El de la extrema pobreza y que
pueda ser un ejemplo para los demás.
A veces son
tan vil en sus medios de difusión de sus rendimientos y búsqueda de entorpecer
el avance de los demás, que para posesionarse o posesionar allegados que van de
rama en rama vendiéndose como ovejas mansas o sacándoles a los demás
debilidades, denotando los logros alcanzados por el otro a través de medios inaceptables
por la sociedad, como pasquines, rumores y bola a correr.
Estos
factores de la conducta humana, han dejado a las ciencias que la estudian, todavía en la época cavernaria. Si no se sigue indagando, haciendo ensayos
demostrables del porqué de estos procederes del ser humano, seguiremos viendo
mas crueldades en el mundo. Contra la pobreza mental, la más fatal de la
pobreza, contra el egoísmo y la envidia a costa de la sangre y porvenir de otros, hay
que seguir luchando, ensayando y exponiendo, porque de ello obtendríamos mejores
atendimientos.
*El autor es
comunicador y abogado.-
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