26 de junio de 2016

La Otra Cara de la Moneda

Por Hidalgo Rocha Reyes*

Las relaciones amorosas en los últimos tiempos, en esta parte del mundo están dejando una estela de hechos que han venido a parar en lamentaciones para la familia y la sociedad en sentido general, por situaciones sangrientas muy difíciles de entender y que a veces uno solo llega a decir “toco madera”, en clamor de que nunca pase a nuestro alrededor.

Pero al observar algunas actitudes masculinas que sobre esos hechos se dan, donde la mayoría tiene que ver con la decisión de las féminas de no seguir o abandonar algunas relaciones, me he puesto a pensar sobre el sentido de propiedad y la licencia que tenemos los hombres para poder actuar a espalda y al frente de dicha relaciones.

Recuerdo, pensando sobre el sentido de propiedad que tenemos los hombres con las mujeres o compañera de relación, que siendo un trabajador de la distribuidora local de energía, en una ocasión, tratando de normalizar un servicio residencial, cuando la persona encargada de la casa sale a ver nuestro operativo para que no le corten el servicio, ella toda sensual y atractiva, con vestimenta de dormir transparente, exige verme como encargado del operativo. Entre peticiones de ella y bebedera de agua nuestra, porque pedíamos el preciado liquido para poder ver transitar de nuestra buena vista, logramos eficientizar el servicio.

Tiempo después, por comentario entre “amigos” masculinos, esta acción nos trajo como consecuencia una enemistad gratuita, porque dicha dama era a la sazón la compañera de un conocido nuestro residente en el exterior, la cual no tenía una placa de identidad ni él la hacía ver como la misma socialmente. 

Otro hecho le paso a un amigo, que al revizarle el teléfono a su esposa ve que una persona le esta coqueteando la misma y decide hablarle al intruso en primera persona llamándole la atención de sus acciones. Este relato me impactó por la forma en que este le reclama a su competencia y por la confianza con que el me contó los pormenores del mismo.

Ambos hechos me pusieron a pensar sobre ese sentido de propiedad, conociendo a ambos sujetos, el de la dama dormilona y el del telefonista oculto, “amigos” estos que a la hora de conquistar y enamorar, bajo el deseo y la licenciatura masculina,  no son nada católicos.

Esto así porque, ¿Es solo a mí que me gusta mi compañera como hombre? Soy yo el único que puede ver los atributos de ella? No está ella expuesta a ser enamorada en el transitar de nuestras  calles de Dios? Tiene ella una placa en la espalda y en la frente que la haga identificar como de propiedad ajena? No piropiamos, cortejamos e insinuamos enamoramientos a una mujer transeúnte cualquiera cuando pasa cerca de nosotros,  ella toda despampanante, armoniosamente sintonizando su contoneo? No brincamos palizadas, camas y cabañas en amores escondidos y/ o jondiando par de tiritos? No somos algunas veces  sorprendidos con mensajes y llamadas? No buscamos tener siempre una muleta por si las mosca se espantan? Y si fueran ellas que lo hicieran, qué?

Todas estas preguntas y más han reventado mi cabeza por largo tiempo al ver tantas acciones de violencia contra pareja y ex pareja,  donde la mayoría la protagonizan los hombres, que de una u otra manera son apartados de la relación.

Algunos han planteado, que más que saber estas verdades, el sentido de propiedad y la licencia de hacer y deshacer del hombre, impregnado desde siglos en nosotros, ha llevado hasta en lo material con lo que se ha alcanzado o invertido con la pareja, lo social, lo que se puede decir, y lo sentimental con la muestra de amor y sentimientos demostrados a través de los años de convivencia.

Pero nada de esto puede llevarnos a la agresión por falta de amor o separación de quien sentimos lo mejor que Dios nos ha dado, vuelvo y digo “Toco Madera” porque la mente es traicionera. Tenemos que ponernos  de vez en cuando del otra lado de la moneda, aun como van las cosas, con mujeres cada día más desnuda y que andan negociando su frescura. Nosotros hacemos o damos muchos más motivos y faltamos más que las mujeres y muchas veces solo entre reclamos y pleitos, se quedan las cosas.

Uno no puede dejar de entender y hacerse siempre creer que el amor es una locura y el matrimonio una lotería. Cuando va a llover primero se nubla, si el negocio no funciona, no dude de mudarse de fritura, que maá para alante hay venta, sea con masa, huesos o piltrafas. 


*El autor es comunicador y abogado.-

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