Por Nélsido Herasme
Ante el estrepitoso desplome del
Partido Revolucionario Dominicano en la pasada contienda electoral del 15 de
mayo y a pesar del sagrado esfuerzo de sus dirigentes por destruirlo, su jacho
aun despide un poco de humo.
Miguel Vargas cumplió con la misión
de reducir a su más mínima expresión al partido más grande que produjo la
historia de la República, para colocarlo hoy en el lugar que
ocupa en la tabla
de posición electoral. Menos de un 6% ha logrado, la votación más baja de
los últimos 38 años de vida democrática.
Miguel hizo lo que se propuso,
bajar al PRD del 48% obtenido en las elecciones del 2012 y
disminuirle los 2 millones 250 mil votos que obtuvo en ese certamen. Bien
hecho, dirían algunos, porque ese era el acuerdo.
Miguel fue un servidor fiel y
obediente a la línea que se le trazó, la de entregar las siglas del glorioso, para que le sirviera de bisagra al propósito del Partido de la Liberación
Dominicana.
Nadie fue sorprendido y nadie llora
la derrota del perredeísmo histórico, porque esa era la estrategia, una especie
de “crónica de una muerte anunciada”.
A Miguel ahora se le presenta
su más hermosa oportunidad política y social, la de hablarle al país y en esa
alocución renunciar de la presidencia del PRD y entregar, en un mes, su
estructura y los bienes de la organización a una comisión de notables probos y
responsables, la que ha de encargarse de dirigir y administrar, hasta crearse
las condiciones para que los perredeístas vuelvan a su casa matriz.
Ese sería el medicamento que calme el dolor que Miguel Vargas le
causó a la membrecía de su organización.
La debacle del PRD empezó en el año 2007, en
aquel encuentro conocido como el de las “Corbatas Azules”, del cual hubo
acuerdos rubricados entre Leonel Fernández, del Partido de la Liberación
Dominicana y Miguel Vargas, el cual este último cumplió al pie de la letra.
Amargo
es aquel momento, en el cual Leonel había escogido a Miguel como su contendor
político y éste, sin consultar a los suyos, se echó sobre los brazos de ese
león, para que se lo comiera con yuca.
Luego
Danilo, como dueño de la vellonera, puso los discos que gustaban a Miguel y éste, como buen bailarín y con excelentes movimientos, se puso la mano en el
pecho y lo bailó solito.
De ahí
hacia delante, ningún perredeísta recuerda una sola palabra de Miguel en contra
de los gobiernos del PLD. Todo el trayecto fue piropo y besuqueo.
Miguel,
como candidato presidencial en el 2008, se apartó de la línea general de su
organización, echó a un lado los símbolos partidarios, estrategia que al no
dársele, esgrimió la postura de que había sido “traicionado”.
Al
final de la carrera, el empresario y político le puso la tapa al pomo, porque
quien dijo que no era barrendero y no se montaba en la patana de su partido,
terminó haciendo chivo en el tren del gobierno y ahí está el resultado, un PRD
chiquito, gracias al esfuerzo de Miguel Vargas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
La Caracola agradece su disposición de contribuir con sus comentarios positivos, siempre basados en el respeto a los demás y en la ética de la comunicación popular.