10 de mayo de 2016

Parece que fue ayer, Peña

Por Nélsido Herasme
Si de estar vivo, se nos haría un tanto difícil saber de qué lado estaría   el doctor Peña Gómez en el actual proceso electoral, pero de algo sí estamos seguros, y es que muchos estaríamos a su lado recibiendo sus   orientaciones. 
Hoy, a 18 años de su sentida partida, con mezcla de tristeza y dolor, dentro  de mí mantengo vivo a José Francisco Peña Gómez, porque aun no acepto su partida, porque creo que todavía estoy   a su lado trabajando
en su comando de campaña para llevarlo como presidente de la República y más tarde como síndico del Distrito Nacional (98-2002).
Parece que fue ayer, que estando en la provincia Bahoruco, acompañando a los candidatos y candidatas del Partido Revolucionario Dominicano, el pueblo dominicano y las redes de noticias internacionales conocían la infausta noticia del fallecimiento del Dr. José Francisco Peña Gómez.
El líder de muchos dominicanos vino a la luz un 6 de marzo de 1937, quién, como los poetas, nació, creció y voló hasta el cielo a ocupar el lugar que Dios le había reservado.
El amor, la entrega  y el desprendimiento de Peña  fueron tan grandes que no hay forma olvidar.
El vuelo de Peña nos dejó un sabor tan amargo en nuestras gargantas y un dolor que aun nos embarga, porque perdimos al maestro y guía  y dejamos de oler el perfume de la rosa blanca que por años sin términos, adornó nuestro jardín.
A Peña, en  sus 18 años de partida, le damos gracias por enseñarnos hacer política sin odio ni rencores. Gracias, porque a pesar del escarnio al que fue sometido, supo mantener encendida, hasta su hora final, la antorcha de la dignidad y el perdón.
Para muchos, Peña seguirá siendo el líder eterno, el mentor de las masas irredentas y el guía más grande que ha producido la historia de la República Dominicana.
Peña será por siempre nuestro estandarte, el del corazón puro, el que nunca sintió animadversión, quien con su ejemplo enseñó a soportar con estoicismo el látigo inmisericorde de sus adversarios.
Hoy recordamos aquellos discursos que nos hacían vibrar de emoción y sobre todo esa oración, que días antes de su partida dejó impresa con todo el amor que le caracterizó: “Mis enemigos pueden contar conmigo, porque yo los perdono”…
En este nuevo aniversario de su muerte física, seguimos aferrados al amigo sincero y leal; al generoso y solidario; al artista y poeta y al símbolo del futuro de un gobierno que algún día servirá a los dominicanos. A pesar de lo accidentada que fue su vida, Peña nos dejó como legado su testimonio, como muestras fehacientes de que vale la pena vivir.
Sabemos del drama que padeció y de los rigores del dolor que sufrió, cuando su familia muy pobre, se vio obligada a huir en 1937 de la persecución de las bestias trujillistas que habían propiciado una hecatombe humana en el país.

Los auténticos revolucionarios jamás olvidaremos las enseñanzas de  Peña, nuestro líder inmaculado, a pesar de que traidores, sin juicio y sin corazón, conspiraron contra la salud de su partido.

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