Breviario de una campaña electoral (3 de 3)
Referencias sobre cómo hacer una campaña electoral
Por Carlos Darío Sousa S.*
Capítulo XII
Oí decir a una
persona, a propósito de ciertos oradores a los que quería confiar su causa, que
los términos en que se expresó el que había negado su defensa, fueron más de su
agrado que los utilizados por el que había aceptado hacerlo: hasta ese punto
los hombres se dejan cautivar por el aspecto y por las palabras antes que por
la realidad de su propio beneficio.
Gayo Cota, un
maestro en estrategia electoral, solía decir que tenía por costumbre prometer a
todo el mundo sus servicios, a no ser que pidieran algo en contra de su deber, y que no se los ofrecía a aquellos a
cuya disposición juzgaba muy conveniente estar. No decía que no a nadie, porque
a menudo surgía algún imprevisto que impedía a cuantos había hecho una promesa, que la aprovecharan, de manera
que frecuentemente tenía menos ocupaciones de
las que se había imaginado. Así mismo, aseguraba que no puede tener la casa
llena de gente quien sólo acepta los compromisos que se ve capaz de adquirir,
que el azar ocasiona que vaya bien un asunto con el que no contabas, y, en
cambio, que vaya mal otro que creías tener por la mano; por lo tanto, decía, lo
último que se debe temer, es que enfade la persona a la que se ha mentido.
Las promesas
quedan en el aire, no tienen un plazo determinado de tiempo y afectan a un
número limitado de gente; por el contrario, las negativas te granjean muchas
enemistades. Así pues, es preferible que, de vez en cuando, unos pocos se
enfaden contigo en el foro, a que lo hagan en tu casa, habida cuenta de que se
enfadan mucho más con los que les han dado una negativa que aquel que se ve
impedido a ayudarles por algún motivo importante.
Capítulo XIII
A continuación, debo hablar de la opinión pública, algo que ha de preocuparte muchísimo. De
todas maneras, ten en cuenta que lo que he ido exponiendo contribuye a que se
divulgue una buena opinión sobre ti; la fama de orador, el afecto de los
publicanos y el orden ecuestre, la simpatía de los nobles, el constante apoyo
de los jóvenes, la compañía asidua de los que has defendido, la multitud,
proveniente de los municipios, que acude a tu lado; todos los que dicen y
piensan que los conoces bien, que les hablas con amabilidad, que les has pedido
muchas veces el voto atentamente, que eres afable y generoso.
Ya has conseguido
las masas urbanas y has conseguido el aprecio de los que presiden las asambleas
populares. Debes conseguir también que todos sepan que cuentas con los mejores
deseos. Por último, procura que toda tu compaña se lleve a cabo con gran
séquito, que sea brillante, esplendida, popular, que se caracterice por la
grandeza y dignidad, y, si de alguna manera fuera posible, que se levanten
contra tus rivales los rumores de crímenes, desenfrenos y sobornos, algo que no
desentonaría con sus costumbres.
Tienes que velar
al máximo por ofrecer buenas expectativas en tu política y porque se te
considere una persona íntegra. Ahora bien, mientras seas candidato, no debes
intervenir en ningún asunto de Estado, ni en Senado, ni en las asambleas
populares; es necesario, por tanto, que te contengas.
Capítulo XIV
Estas son (parte)
de las ideas que acudían a mí. Queda una tercera: esta es Roma, una ciudad
constituida por el concurso de los pueblos, en la que abunda la traición, el
engaño y todo tipo de vicios, en la que
hay que soportar la arrogancia, la obstinación, la envidia, la insolencia, el
odio y la impertinencia de muchos.
Tienes que ser
muy prudente y muy hábil el que vive rodeado de tantos hombres con vicios tan
diversos y tan graves, para poder evitar la hostilidad, las habladurías y la
traición.
Por esta razón,
persevera todavía más en seguir el camino que te has marcado: sobresalir en la
elocuencia. Gracias a ella uno puede ganarse y atraerse la simpatía de los hombres”, “dado que el
principal vicio de esta ciudad suele ser olvidarse de la virtud y de la
honradez, a este respecto, conócete bien a ti mismo, es decir date cuenta de
que tú eres la clase de persona capaz de suscitar en tus adversarios el peor
temor a un proceso y a una condena; haz
que sepan que los observas y vigilas: temerán no sólo tu manera escrupulosa de
actuar y el prestigio y la fuerza de tu palabra, sino también y sin duda la
devoción que te profesa el orden ecuestre.
Por lo tanto, si
velamos por un asunto tan importante, si logramos que los que nos quieren bien pongan
el máximo celo en ayudarnos, si asignamos una función determinada a cada
uno, de los hombres nos apoyan y que
gozan de influencia, si planteamos a nuestro adversario, la perspectiva de un
proceso, si infundimos temor en sus intermediarios y si frenamos de algún modo
a los que ofrecen dinero en su nombre,
se puede conseguir que no haya sobornos o que estos no sirvan de nada.
Estas son las
cosas que, no es que las sepa yo mejor que tú, pero sí que he creído poder, con
mayor facilidad de la que a ti te permiten tus muchas preocupaciones, aunar y
enviarte por escrito.
Estimados amigos:
La historia es la
mayor fuente de la verdad, ella se encarga de quitarle la máscara a los que se
creen poseedores de la verdad absoluta, y la modestia de que son capaces los que se
creen dueños de la “ciencia infusa”
Pero aun, así la
historia sirve también para hacer, para desgarrar, de un acontecimiento, lo que
se hace, y perfeccionarlo actualizándolo, llevándolo a una realidad diferente,
con medios tan diferentes que Quinto Tulio Cicerón ni podía ni pudo imaginar
que unos cuantos siglos después, alguien, o algunos o muchos, con mucho más
recursos de lo imaginable, tendrían la voluntad de hacerlo, que su opúsculo
tenga vigencia y que un grupo de desalmados, sin su consentimiento, lo
actualizaran, lo modernizaran y lo aplicaran con un rigor meridiano.
Eso de por sí no
es malo, lo malo es que no tengamos el pan del circo romano, porque si es por
el valor de las instituciones y el poder que se acumula más allá de las
centurias, seguimos tan cerca de ellos que no nos damos cuenta que sólo nuestra
ropa es diferente. A lo mejor viene de un viaje de esos ya vestido con su toga,
no la cándida, sino la de Nerón, y nos obligue a seguirlo hasta en la ropa.
Por supuesto, como
se decía en las películas, cualquier similitud con la realidad, la actual, es
pura coincidencia”.
Por demás, espero
lo disfruten.
PD: Marco Tulio
Cicerón, siendo cónsul, acusó a Lucio Sergio Catilina de conspiración para
destruir la República romana, en lo que llamó conjuración de Catilina.
*El autor es catedrático universitario.-
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